miércoles, 26 de octubre de 2011

Antología Parcial / 30






          Canción de la ciudad

Amo a los hombres que una luz futura
nutren con los ardores de su vida
y saben que el presente es la mentida
brasa de una existencia no segura.

Los que son faros en la noche oscura
para la nave errada o sacudida;
los que ponen ungüentos en la herida
y dan alivio y paz, si no dan cura.

Los que comparten mesa y agonías
y duplican tus gozos y alegrías
y, si te falta fe, te dan certeza.

Ellos, que si has caído, te levantan
y que sufren más que tú y que yo y que cantan
la vida por hacer y su belleza.

Antonio Carvajal: Miradas sobre el agua (1993)

lunes, 24 de octubre de 2011

¿Qué me pasa, doctor?



En la modernidad reciente o, si preferís, en la posmodernidad, la plena disponibilidad del mercado se corresponde con la plena disponibilidad de los discursos, sean de la naturaleza que fueren. Y así como acudimos al Corte Inglés persuadidos de que allí encontraremos de todo, abrimos ese inmenso armario al que llamamos la Tradición, donde caben todas las modas, todas las prendas, todas las tallas y por supuesto todos los patrones. Basta con alargar la mano y escoger la que más gusta, la que mejor sienta, la más cómoda, la más favorable… Al cabo y ya sea en el Corte Inglés o en la Tradición, si después uno no queda satisfecho con la prenda elegida, la puede devolver sin ningún compromiso

Marcel Duchamp: Fuente
Naturalmente a la plena disponibilidad de la producción y el mercado se corresponde la plena disponibilidad del juicio estético, legitimado per se, por el mero hecho de ser enunciado, al margen de la entidad del juicio y de la solidez de sus argumentos. Lo que a mí me gusta no tiene que gustarte a ti, ¿vale? Y nada de debates ni disputas: todas las opciones son legítimas.
¿Qué ocurre? ¿Es algo grave, doctor? Pues sencillamente que sois unos desmemoriados. Durante cien años hemos asistido a una sucesión de actitudes iconoclastas, propuestas transgresoras, gestos de rebeldía, ensayos revolucionarios… (¿Os acordáis? Están en los libros: Jarry y Marinetti, Tristan Tzara y Breton, Mondrian y Stanislavsky, Duchamp y Apollinaire, Brecht y Maiakovski, Ionesco, Ginsberg, Arrabal…) Y venís ahora con esa historia de que Fernández Mallo ha publicado una remake de El hacedor de Borges… Pero, bueno, ¿vosotros de qué vais? ¿No tenéis otra forma mejor de perder el tiempo?
Leed el libro y me contáis si merece la pena. De eso se trata, ¿no?

                                                       Claudio


domingo, 23 de octubre de 2011

El grado Xerox de la cultura

Manolo Millares


Han querido convertirlo en un affaire y se ha quedado en mera anécdota. Quizá porque Fernández Mallo se ha olvidado de que lo que no es imitación (sic) es plagio, María Kodama se ha olvidado de que Borges se enorgullecía de los libros que había leído, y los editores de Alfaguara se han olvidado de que este símbolo © se usa para indicar que un texto está sujeto al derecho de autor. ¿Ha sido un brote de amnesia, un episodio de impericia profesional o simplemente una cuestión de marketing? No lo sé; y la verdad es que no me importa demasiado resolver esta incógnita.
Lo que sí me importa es que Julián se enfrasque en este asunto y lo haga con ese tono de neutralidad equidistante que emplea en su “Apropiacionismo(s)”. ¿A qué viene esa incursión historicista, ese gesto postmoderno que legitima un discurso por el simple hecho de serlo? Sólo te ha faltado, Julián, recurrir a la cacareada muerte del autor que proclamaron Barthes y compañía. Lo que no les impidió, por cierto, a ninguno de ellos firmar sus escritos y presentar puntualmente la liquidación correspondiente por sus derechos.
Revisión, relectura, reescritura… ¡Bobadas! Como no se te ocurre nada te arrimas al sol que más calienta;  te pones bajo el amparo de un nombre suficientemente acreditado y a ver qué sale. Y a lo que sale se le pone un © de otra manera porque ya es propio y no ajeno. Y si además esgrimes una postpoética, el negocio es redondo. ¿O no?
A mí no me cae mal Fernández Mallo; al contrario, valoro su empeño en articular un discurso en el que quepa una idea propia, personal, entre esta cita, aquella paráfrasis y esa glosa que conjuran la presencia del otro. Lo mismo me ocurre con Calixto Bieito: algún día montará un gran espectáculo sin necesidad de escudarse en nombres tan evidentes como Shakespeare, por ejemplo.
Claro que a lo mejor a ellos no les interesa para nada ese giro (¿nostálgico?) hacia lo original y lo auténtico. Y resulta que se sienten tan a gusto en ese estar-después-de, que les procura la plena disponibilidad del pasado y que les permite ejercer la función/autor en un mercado en el que –como dice Baudrillard– la desaparición de la lógica de la producción de valores estéticos es proporcionalmente inversa a la producción de cultura.
Por cierto, ¿no fue el propio Baudrillard quien acuñó aquello del grado Xérox de la cultura: una inmensa empresa de reproducción museográfica de la realidad, de inventario estético, de resimulación y reproducción estética de todas las formas que nos rodean…? En fin.

                                                                  Darío

jueves, 20 de octubre de 2011

Antología Parcial / 29



             


                         Humana voz

Duele la cicatriz de la luz,
duele en el suelo la misma sombra de los dientes,
duele todo,
hasta el zapato triste que se lo llevó el río.

Duelen las plumas del gallo,
de tantos colores
que la frente no sabe qué postura tomar
ante el rojo cruel del poniente.

Duele el alma amarilla o una avellana lenta,
la que rodó mejilla abajo cuando estábamos dentro del agua
y las lágrimas no se sentían más que al tacto.

Duele la avispa fraudulenta
que a veces bajo la tetilla izquierda
imita un corazón o un latido,
amarilla como el azufre no tocado
o las manos del muerto a quien queríamos.

Duele la habitación como la caja del pecho,
donde las palomas blancas como sangre
pasan bajo la piel sin pararse en los labios
a hundirse en las entrañas con sus alas cerradas.

Duele el día, la noche,
duele el viento gemido,
duele la ira o espada seca,
aquello que se besa cuando es de noche.

Tristeza. Duele el candor, la ciencia,
el hierro, la cintura,
los límites y esos brazos abiertos, horizonte
como corona contra las sienes.

Duele el dolor. Te amo.
Duele, duele. Te amo.
Duele la tierra o uña,
espejo en que estas letras se reflejan.

Vicente Aleixandre: La destrucción o el amor (1935)