sábado, 30 de junio de 2012

Antología parcial / 55




                                        
                          Me basta así

        
    Si yo fuese Dios      
    y tuviese el secreto,    
    haría         
    un ser exacto a ti;       
    lo probaría         
    (a la manera de los panaderos      
    cuando prueban el pan, es decir:  
    con la boca),      
    y si ese sabor fuese     
    igual al tuyo, o sea      
    tu mismo olor, y tu manera
    de sonreír,         
    y de guardar silencio,  
    y de estrechar mi mano estrictamente,
    y de besarnos sin hacernos daño  
    -de esto sí estoy seguro: pongo    
    tanta atención cuando te beso-;   
                                                      entonces,        
            
    si yo fuese Dios,
    podría repetirte y repetirte,          
    siempre la misma y siempre diferente,
    sin cansarme jamás del juego idéntico,
    sin desdeñar tampoco la que fuiste        
    por la que ibas a ser dentro de nada;     
    ya no sé si me explico, pero quiero        
    aclarar que si yo fuese       
    Dios, haría         
    lo posible por ser Ángel González
    para quererte tal como te quiero,
    para aguardar con calma     
    a que te crees tú misma cada día,
    a que sorprendas todas las mañanas      
    la luz recién nacida con tu propia
    luz, y corras       
    la cortina impalpable que separa  
    el sueño de la vida,      
    resucitándome con tu palabra,     
    Lázaro alegre,    
    yo, 
    mojado todavía      
    de sombras y pereza,  
    sorprendido y absorto          
    en la contemplación de todo aquello     
    que, en unión de mí mismo,         
    recuperas y salvas, mueves, dejas
    abandonado cuando -luego- callas...      
    (Escucho tu silencio.  
                                         Oigo
    constelaciones: existes.        
                                           Creo en ti.         
                                                             Eres.         
                                                                  Me basta.)    

   Ángel González: Palabra sobre palabra (1965)


jueves, 28 de junio de 2012

Neoliberales, neocanallas, neosinvergüenzas y adláteres



En 2007 Naomi Klein publicó La doctrina del shock, una documentada historia del neoliberalismo contemporáneo desde que en plena Guerra Fría, allá por los cincuenta, Milton Friedman empieza a difundir su teoría sobre el libre mercado y pone en marcha un movimiento en torno a la Escuela de Chicago, hasta nuestros días. Son más de seiscientas páginas en las que Klein traza  una rigurosa y comprometida descripción de las maquinaciones neoliberales para imponer programas y políticas cuyo fin no es otro que la demolición del Estado de Bienestar neutralizando la intervención del Estado en la sociedad y en la economía.
Hace unos días me enteré de que Michael Winterbottom y Mat Whitecross realizaron un documental basado en el libro de Klein y titulado también La doctrina del shock. He aprovechado este fin de semana para verlo. Es un excelente trabajo que me ha hecho volver al libro que leí cuando todavía no teníamos constancia de que nos encaminábamos hacia no sé cuántos precipicios ni que tendríamos que suplicar (sic) que nos salven del desastre. 
He recuperado las notas que tomé entonces y al leerlas no puedo evitar la sensación de que hace tres o cuatro años yo debía estar en Babia. Quiero decir que mi lectura, marcadamente ideológica, se centraba en la perspectiva histórica, sin aterrizar apenas en el presente ni en la situación en que al parecer se encontraba la economía española.
Y sin embargo, después de ver el documental de Winterbottom, tengo la impresión de que en aquella lectura y en estas notas hay muchas claves que pueden ayudarnos a entender mejor nuestro presente y, si cabe, a afrontar de otro modo un futuro que parece clausurado y proscrito. 

Toma 1. Neoliberales
Para Friedman y Cía las fuerzas económicas de la oferta, la demanda, la inflación y el desempleo son como las fuerzas de la naturaleza, fijas e inmutables. En el mercado libre coexisten en perfecto equilibrio. Un equilibrio que se rompe, con consecuencias desastrosas según estos economistas, cuando los políticos intervienen en esos flujos e intentan controlar el mercado, poniéndole reglas en lugar de dejar que el propio mercado actúe por sí mismo.
Entre el conjunto de los órganos de gobierno de un país soberano (el Estado) y el conjunto de operaciones comerciales que afectan a determinados bienes y servicios (el mercado) los neoliberales eligen siempre y sin dudarlo el Mercado. Pero no se quedan ahí, en la mera elección. Para la teoría económica de la Escuela de Chicago, el Estado es un territorio a conquistar, privatizando activos, bienes y servicios públicos, desde las escuelas a los hospitales, desde los parques nacionales a la seguridad social, pasando por los transportes, las autovías o los aeropuertos...
Milton Friedman
 El movimiento que Friedman pone en marcha es mucho más que una teoría económica, es una doctrina, con su gurú, sus apóstoles, sus acólitos (y naturalmente toda esa caterva de sinvergüenzas que acude siempre al calor del dinero). Una doctrina y una praxis política poco ejemplar, como muestra Klein en su libro con toda clase de detalles y describen excelentemente Winterbottom y Whitecroos en su película.
 
Toma 2. Canallas
En 1975 llega a Chile Milton Friedman para entrevistarse con el dictador Pinochet y reunirse con algunos discípulos suyos que forman parte del equipo económico de la Junta Militar. Convertido en asesor de Pinochet, Friedman le recomienda al dictador un plan económico durísimo que contempla rebaja de impuestos, libre comercio, privatización de servicios, recortes en el gasto social, desregulación... Se trata de una “terapia de choque” cuyas medidas benefician siempre a las grandes corporaciones, tanto como debilitan al Estado y empobrecen a los chilenos.
Amparados por la represión sistemática y los tanques de las dictaduras, estos canallas ultraliberales -como los llama Darío- convirtieron a América Latina en un vasto laboratorio donde, sin escrúpulos ni miramientos, experimentaron y aplicaron sus teorías. En los años 70 y 80 del pasado siglo, sus recetas acabaron convirtiéndose en programas de política económica en Chile, Paraguay, Argentina, Brasil, Guatemala, Venezuela... A aquel episodio se le llamó la “revolución de la Escuela de Chicago” y sirvió para esquilmar y endeudar a aquellos países y enriquecer a las transnacionales estadounidenses.
Curiosamente, un año después de aquel encuentro con Pinochet que abrió las puertas de Latinoamérica al ultraliberalismo económico, Friedman recibía el Premio Nobel de Economía por sus logros en los campos de análisis de consumo, historia y teoría monetaria, y por su demostración de la complejidad de la política de estabilización. Ignoro si tuvieron en cuenta los servicios prestados a Pinochet.


Toma 3. Neocanallas
La segunda ola neoliberal se inicia en la década de los 90. Una nueva generación de economistas, en la que sobresale el tan admirado como controvertido Jefrey Sachs, quiere demostrar que el libre mercado, a diferencia de lo que ocurrió en América Latina, no es incompatible con la democracia.
Tras la caída del muro y la unificación alemana, tras la desmembración de la Unión Soviética y con una socialdemocracia en horas bajas, el neoliberalismo pone en marcha nuevas estrategias y nuevas prácticas, sacándole el máximo partido a la ausencia de control y a la libertad de movimientos que procura al capital ese contexto radicalmente nuevo que llamamos globalización.
Con la invasión de Afganistán y de Irak, el warfare, es decir, el uso de la guerra para relanzar la economía se convierte en una transferencia ingente y continuada de dinero público a las grandes corporaciones.
Los herederos intelectuales de Friedman en Estados Unidos, utilizaron la crisis del 11 de septiembre de 2002 para lanzar una economía floreciente basada en la privatización de la guerra y la seguridad nacional. Pero no sólo la guerra, también las catástrofes naturales (terremotos, tsunamis, huracanes...) se convierten en espléndidas oportunidades para hacer negocio y de paso debilitar más si cabe el protagonismo y la presencia del Estado.
Klein refiere un suceso tan increíble como elocuente: cómo en las aguas que inundaban Nueva Orleans tras la devastación y el desastre del Katrina, con la gran mayoría de las escuelas en ruinas, Milton Friedman vio una magnífica oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo. 
Scott Olson

A sus noventa y tres años, el gran gurú del movimiento a favor del capitalismo de libre mercado, el responsable de crear la hoja de ruta de la economía hipermóvil en la que hoy vivimos, dice Klein, Friedman propuso en un artículo publicado en The Wall Street Journal que, en lugar de gastar una parte de los miles de millones de dólares destinados a la reconstrucción y la mejora del sistema de educación pública de Nueva Orleans, el gobierno entregase cheques escolares a las familias, para que éstas pudieran dirigirse a las escuelas privadas y que estas recibieran subsidios estatales a cambio de aceptar a esos niños en su alumnado. Y concluía reclamando que estas medidas se convirtieran en una reforma permanente. Aquel artículo era todo un ejemplo de coherencia y firmeza para las nuevas hornadas neoliberales.
En los albores del siglo XXI, los doctrinarios del libre mercado -los neocanallas, según Darío- mantenían su propósito de poner en almoneda todas las actividades productivas y todos los servicios gestionados por el Estado, aun a costa de sacrificar centenares de miles de puestos de trabajo en el altar de la competitividad. ¿La creciente pobreza? Un efecto colateral.

Toma 4. Neosinvergüenzas
Las crisis financiera que en la última década del siglo XX sacudió con violencia a muchos países asiáticos tuvo como protagonistas al Banco Mundial (BM) y al Fondo Monetario Internacional (FMI). A partir de entonces estas dos instituciones supranacionales se convertirán en los dos mejores aliados del neoliberalismo en la gestión de la crisis económica, contribuyendo al objetivo de limitar la soberanía popular y privar a los gobiernos nacionales de cualquier autonomía en la toma de decisiones. 


Para ello contarán con un arma infalible e incontestable: la deuda. El dinero que los estados necesitan para financiar los servicios públicos se convertirá en una magnífica ocasión no sólo para hacer negocio especulando con los tipos de interés, sino también y sobre todo para imponerles a los gobiernos condiciones durísimas en la gestión del presupuesto y de los servicios públicos.
Para que esto sea posible, el capital teje una tupida red, una oscura trama de intereses en la que se entrecruzan las carreras políticas, los vínculos de amistad, las relaciones de negocios de quienes, sin recato ni vergüenza, pasan de un consejo de administración de alguna transnacional a la dirección de un think thank neoliberal, de puestos de responsabilidad en algún gobierno a los despachos del FMI o del Banco Mundial. Klein cita nombres bien conocidos de la vida pública estadounidense: Dick Cheney, Donald Rumsfeld, John Ashcroft, Michel Camdessus, Paul Wolfowitz, la familia Bush... En papeles secundarios podrían figurar nombres como Rodrigo Rato o Luis de Guindos, ¿no?

Rodrigo Rato y Luis de Guindos

Toma 5. Adláteres
Si els fills de puta volessin no veuríem mai el sol. Si los hijos de puta volasen nunca veríamos el sol, cantaba Quico Pi de la Serra en las postrimerías del franquismo. Para que el capitalismo de libre mercado se mueva con absoluta impunidad no basta con esa sarta de neosinvergüenzas -como les llama Darío. Es precisa la colaboración de mucha gente de ese tipo. Por ejemplo, de todos esos consejeros y ejecutivos anónimos que han descapitalizado empresas y bancos en nuestro país, no sin antes haberle sacado el máximo provecho.

                                                                                     Julián

sábado, 23 de junio de 2012

Poética / William Carlos Williams



No hay ideas sino en las cosas


Hay que hacer algo con el verso... hay que abrirlo... hay que darle un nuevo orden... Cuando hagamos eso, sabremos por qué la sociedad se está derrumbando y cómo reconstruirla.


Encontrar la forma sin deformar el lenguaje


La forma se encarga de moldear la vida, de encontrar una moralidad que los hombres puedan aceptar. Que la forma se cuide sola. 


Lo que escuchamos a aquellos con quienes hablamos durante el día se mezcla con lo que hemos imaginado y con lo que vemos en la calle. Con todo este proceso químico se fabrica un lenguaje que cambia y revela sus significados...
 

Cuando alguien hace un poema lo hace de verdad: toma las palabras tal como las encuentra a su alrededor, interrelacionadas, y las compone para -sin distorsiones que pudieran desfigurar su significado exacto- lograr una expresión intensa de sus percepciones y pasiones... No es lo que dice lo que cuenta como obra de arte, sino lo realizado con tal intensidad de percepción que vive con un movimiento intrínseco propio en el que puede verificarse su autenticidad.


Sólo el poema,
sólo el poema hecho, que diga lo que hay
que decir, no que copie la naturaleza, se nos clava
en la garganta

                                                       William Carlos Williams