sábado, 31 de diciembre de 2011

Antología parcial / 38




Cuéntame cómo vives (Cómo vas muriendo)

Cuéntame cómo vives;
dime sencillamente cómo pasan tus días,
tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres
y las confusas olas que te llevan perdido
en la cambiante espuma de un blancor imprevisto.

Cuéntame cómo vives.
Ven a mí, cara a cara;
dime tus mentiras (las mías son peores),
tus resentimientos (yo también los padezco),
y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte).

Cuéntame cómo mueres.
Nada tuyo es secreto:
la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo);
la locura imprevista de algún instante vivo;
la esperanza que ahonda tercamente el vacío.

Cuéntame cómo mueres,
cómo renuncias -sabio-,
cómo -frívolo- brillas de puro fugitivo,
cómo acabas en nada
y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.

Gabriel Celaya: Tranquilamente hablando (1947)

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Reescribir la historia


¿Es la historia la ciencia del pasado? Sí, responde Jacques Le Goff: con la condición de saber que el pasado se convierte en objeto de la historia a través de una reconstrucción y una reinterpretación constantes. Desde esa perspectiva - añade el autor de Pensar la historia- cada época se fabrica mentalmente su representación del pasado histórico y toda historia es contemporánea, en el sentido de  que el pasado es captado desde el presente y responde a sus intereses. La historiografía aparece entonces como una serie de nuevas lecturas del pasado, llenas de pérdidas y resurrecciones, de vacío de memoria y revisiones.
Revisión, reconstrucción, reinterpretación; esto es, reescritura, en la medida en que -como señaló Koselleck- la determinación de los hechos, así como su fundamentación, deben articularse nuevamente. Para el autor de Los estratos del tiempo, la reescritura de la historia puede basarse en tres posibles vías: la aparición de nuevos testimonios, la aparición de nuevos problemas que alientan la necesidad de buscar nuevos testimonios, una lectura nueva y una nueva interpretación de los testimonios ya existentes.
En esa tarea de revisar, reconstruir, reinterpretar y reescribir la historia reciente de España, en este caso la historia literaria, destaca sin duda el nombre de Jordi Gracia, con títulos como La resistencia silenciosa, Estado y cultura, La vida rescatada de Dionisio Ridruejo, A la intemperie o El intelectual melancólico (al que Julián, por cierto, dedicó en estas mismas páginas un comentario no muy elogioso). A este repertorio historiográfico se ha unido recientemente Derrota y restitución de la modernidad (1939 - 2010), el séptimo volumen de la Historia de la Literatura española editada por la editorial Crítica, que Gracia firma con Domingo Ródenas.
Para Gracia y Ródenas, el final de la guerra civil y la consiguiente instauración de la dictadura de Franco supuso una "honda derrota" de la modernidad cultural y de la tradición liberal. Tras la dura e inhóspita posguerra, en la década de los cincuenta se pondrá en marcha un proceso, "complejo y sinuoso, a veces laberíntico pero irreversible", que desemboca en la España actual. Los últimos cincuenta años conforman, según los autores, "una etapa de progresiva y creciente expansión de las libertades políticas y civiles sin comparación con ninguna otra de nuestra historia".
Indagando en los orígenes del "despliegue" que conducirá a la restitución (¿restauración?) de la modernidad cultural y con ella (no se olvide) de la tradición liberal, Gracia y Ródenas comprueban que, "tras veinte años de posguerra", en "lo sustancial" el Régimen no ha variado. Advierten que la sociedad española "ha empezado a registrar algunos elementos nuevos: algunas protestas interiores, alguna disidencia sonada, algún encarcelamiento o algunas multas..." (Las cursivas son mías). Y descubren -en coherencia con lo que Gracia sostiene en otros trabajos suyos- que, "en cambio, lo que se ha animado impensablemente es la vieja quietud dócil del mundo de las letras..., que han asomado, si no disidentes que merezcan tal nombre, sí formas distintas de entender el poder de la victoria". 
Alarmados tal vez por la entidad de su descubrimiento, los autores puntualizan en seguida que "el fermento de esa restitución, sin embargo, no iba a salir únicamente de la rectificación de los intelectuales y escritores de la Victoria sino también —y en mayor medida— de quienes habían permanecido en España negociando con la realidad su condición de vencidos". (¡Uf!)
Dicho esto, "la hipótesis de periodización" que nos proponen no presenta demasiadas novedades: la aparición de un lenguaje nuevo con la llegada de los autores de los cincuenta, "la etapa que pivota alrededor de 1968 y sus irradiaciones", los setenta, en los que los escritores  "se emancipan sin cortapisas ni coacciones de cualquier deber ideológico o político porque han metabolizado literariamente la antigua noción del compromiso político (que se hizo compromiso literario y ético)". Para Gracia y Ródenas, esta es "una conquista crucial que empezó antes, en los años sesenta, y que puede definir de una manera suficiente el marco de la literatura de la madurez democrática e incluso del siglo XXI: el ejercicio de la imaginación literaria carece de camino señalizado, rehúye autoridades intocables...".
Y así sucesivamente, como se decía antes, hasta nuestros días, en los que "las múltiples diferencias de estética literaria no disimulan una inquietud compartida por la naturaleza ética de los conflictos históricos".
El resto es literatura; quiero decir, historia de la literatura. 

Escritores de la Generación del 50

Adenda con cursivas
Esa distinción que los autores establecen entre ética y política revela con transparente elocuencia la naturaleza de la revisión, la reconstrucción, la reinterpretación y la reescritura que hacen Gracia y Ródenas de los últimos cincuenta años de la literatura española, especialmente de la etapa que se desarrolla bajo la dictadura de Franco. Véase, por ejemplo, el trato desigual que en el relato de aquel insólito despliegue reciben los intelectuales y escritores de la Victoria, cuya palinodia se encarece, frente al silencio, el exilio o la cárcel de los vencidos, cuyo compromiso se rebaja calificándolo como político
De la naturaleza ideológica de esta reescritura da buena cuenta el párrafo que pespunteé con cursivas:  "... algunas protestas interiores, alguna disidencia sonada, algún encarcelamiento o algunas multas...". Como saben, alguno es un indefinido que indica una cantidad imprecisa pero moderada. Quizás los autores lo utilizan para mostrar la debilidad o la irrelevancia de la oposición a la dictadura en la década de los cincuenta: la huelga de tranvías en Barcelona, la primera de las movilizaciones obreras que se extenderán a Asturias, el País Vasco, Madrid, Valencia...; la detención de militantes del PSOE, uno de los cuales, Tomás Centeno, morirá en los calabozos de la DGS; las primeras huelgas estudiantiles en Madrid y Barcelona; las detenciones de miembros del FLP y del PCE, cuyo VI Congreso aprobará la ponencia política de reconciliación nacional; la fundación de ETA o de la Unión Sindical Obrera (USO); las primeras Comisiones Obreras...Eso: algunos elementos nuevos...
                                                                           Claudio

lunes, 26 de diciembre de 2011

Pasado (y alrededores)



"Guárdate de las ilusiones y las paradojas de la misantropía: disgustado el hombre con su siglo, finge en los pasados tiempos una mentida perfección que es el disfraz de su propia desazón".
                                                       Volney


"La vida parece más brillante en el pasado, no porque las cosas fueran mejor sino porque vivíamos más intensamente cuando éramos jóvenes... Sintiéndonos incapaces de tener experiencias de la misma intensidad, nos lamentamos por esa inmediatez que hemos perdido y que hace que el pasado sea incomparable".
                                                       D. Lowenthal


Edward Hooper: Autómata


“Todos nos inventamos historias diversas para imaginar que nos ha pasado algo en la vida”
                                                       R. Piglia



"Los males del presente no sólo devastaban el presente sino que consumían el pasado y amenazaban con demoler territorios enteros del futuro"
                                                       Norman Mailer


                        "No hay dolor mayor que recordar
                        el tiempo de la dicha en desgracia"
                                                       Dante


domingo, 25 de diciembre de 2011

Antología parcial / 37


                       


 
                                     Océanos

            Con ellos oigo el mar.         
            Oigo el mar y visito los huecos            
            de la sombra en sus labios.         
           (Pero no sé si tienen labios).       

            Son grandes y son lentos como dos             
            proboscidios. Se caen         
            cada día cien veces de su tierna rodilla         
            zamba. Yo les doy             
            de beber, les unto             
            de pomada y de aceite               
            la piel roja del coxis           
            y a las doce los pongo en el balcón.             

            Habla y habla y habla el uno sin parar          
            una lengua de trapo   
                                       y de esponja     
                                                          y de agua,
            mientras el otro —la otra—         
            se atora con su propia campanilla.               

            Y el mar entra y sale,         
            va desde su cuarto a la cocina,           
            y a mí me humedece         
            de color gris acero las muñecas.          

            Cuando brota la luna          
            yo rehago dos nidos con bufandas               
                                                           y leche y baberolas
            y me siento a escuchar.             
            Y el mar bate despacio               
                                           —muy
                                                    despacio—
            en sus vientres de tierra.

           Juana Castro: Los cuerpos oscuros (2005)
   
                      

viernes, 23 de diciembre de 2011

Contra la postmodernidad


¿Se acuerdan de El intelectual melancólico? Sí, aquel presunto panfleto en el que Jordi Gracia comenzaba dándole una somanta a los progres sesentayochistas y terminaba haciéndole la pelota a Francisco Rico. En su benévola nota de lectura, Julián dejó claro que a Gracia le faltaba coraje para dar los nombres de esos jóvenes iconoclastas de antaño que hoy naufragan en el resentimiento, el desengaño, la frustración de su irreparable fracaso. ¿Recuerdan?
Pues bien, eso es justamente lo que le sobra a Ernesto Castro: coraje; o si lo profieren: osadía, desparpajo, heterodoxia, inconformismo, iconoclasia... Una actitud que emparenta a este jovencísimo autor (Castro nació en 1990) con la tradición ilustrada de un pensamiento crítico que no renuncia a ser revolucionario.
Castro no se anda con remilgos académicos ni con sutilezas retóricas. Él simple y llanamente está Contra la postmodernidad. Y ese es el título que le ha puesto a un ensayo beligerante y polémico en el que, para empezar, pone a caldo a algunos de los nombres de referencia en el debate sobre el carácter y la naturaleza de lo posmoderno.
Así, Ágnes Heller y Ferenc Fehér fracasan estrepitosamente en su intento de trascender la modernidad yendo más allá de los argumentos de clase. La Tercera Vía de Anthony Giddens se reduce a "una táctica oportunista para recuperar el poder por parte de una izquierda esclerotizada". Antonio Negri y Michael Hardt, los autores de Imperio, el libro que para algunos es el "Manifiesto comunista del siglo XXI", ofrecen como alternativa "una apología abstracta de un sujeto político sin contornos definidos". Zygmunt Bauman y su teoría de la modernidad líquida deviene en "una retórica cínica que, en su obsesión por interpretar la realidad, es incapaz de posicionarse en el espectro político y, en lugar de responder a la pregunta esencial, a saber, ¿a quién sirve mi discurso?, se dedica a balbucear tecnicismos y a establecer analogías conceptuales". ¡Ahí queda eso!
Por su parte, los 'antimodernos', con Derrida y Lyotard a la cabeza, "cubren los huecos de su incompetencia historiográfica, sociológica y política aferrándose a una historia de las ideas repleta de simplificaciones". Estos ilustrados de antaño que después dejaron de serlo renuncian a la posibilidad de un conocimiento. "De ahí a concebir toda realidad -escribe Castro-como un constructo social, toda verdad como resultado de una convención lingüística, toda forma de saber como una forma de apropiación, todo enunciado como una ficción pragmática, no hay más que un paso". Y ahí está Vattimo, con Heidegger al fondo, con su pensiero debole y su metafísica baja en calorías, que se entretiene en pensar de nuevo lo ya pensado.
Tampoco se salva de este severo repaso el llamado marxismo occidental, "una corriente de izquierdas surgida del desengaño político y constituida por autores como Lukács, Adorno, Benjamin, Sartre, Althusser o Della Volpe. En una clara inversión de la trayectoria intelectual de Marx, los marxistas occidentales abandonaron el análisis económico y el compromiso militante para recluir su actividad intelectual en el campo de la epistemología y la crítica cultural", dice Ernesto Castro, que hace suyo este juicio implacable de Perry Anderson: "El método como impotencia, el arte como consuelo y el pesimismo como quietud: no es difícil percibir elementos de todos ellos en el marxismo occidental".

Ajit Solanki

¿Qué les parece? Pues con la misma determinación con la que describe el enredo que se ha montado en las últimas décadas en torno a la modernidad, Castro llama la atención sobre dos aspectos fundamentales. El primero, el estrecho vínculo entre capitalismo y posmodernidad: "lo radical-postmoderno es el chivo expiatorio al que recurre un capitalismo con rostro humano que simula responsabilidad ecológica, cuidado de lo auténtico, filantropía para con el desvalido y respeto de las diferencias. El soporte de la ética consumista es la fascinación turística por la multiplicidad de usos, costumbres y creencias".
El segundo, la ineludible responsabilidad de la izquierda en este proceso: "el posmodernismo, en su dimensión política -escribe siguiendo a Eagleton- surge del fracaso experimentado por una izquierda a la intemperie, incapaz de generar una alternativa viable al capitalismo, que acepta resignadamente la omnipotencia del sistema, al mismo tiempo que sitúa los restos del potencial subversivo en fogonazos eventuales de transgresión lanzados desde la periferia".
Y al final nos deja una pregunta: "¿Es el postmodernismo algo más que una cortina de humo al servicio de las formas de vida recortadas a la medida del escaparate capitalista?".
                                              
                                                                  rarodeluna