lunes, 31 de diciembre de 2012

Esperanza



Se dará tiempo al tiempo, que suele dar dulce salida a muchas amargas dificultades. 
                                                     Miguel de Cervantes


No es una quimera fantástica
fruto de la mente delirante de un loco.
El corazón lo percibe nítidamente:
"Hemos venido al mundo para algo mejor"
Y lo que la voz interior dice,
no engaña al alma que mantiene la esperanza.
                                                      Friedrich Schiller


Hay dos formas de ilusión, la de la esperanza y la del recuerdo. Los jóvenes tienen la primera, los viejos la segunda.
Paul Klee: Destrucción y esperanza
La juventud vive de la ilusión esperando de la vida y de ella misma lo extraordinario; por el contrario, en los viejos la ilusión redúcese a menudo a su manera de recordar la juventud. 
La esperanza es un vestido nuevo, flamante, sin ningún pliegue ni arruga, pero del que no puedes saber, ya que no te lo has puesto nunca, si te cae o te sienta bien. El recuerdo es un vestido desechado que, por muy bello que sea o te parezca, no te puede caer bien, pues ya no corresponde a tu estatura.
La esperanza es el fruto sugestivo que no sacia; el recuerdo, un miserable viático que no alimenta. 
                                                        Soren Kierkegaard


En todo lo nuevo hay fuerzas llenas  de vida, aún informes y en estado de fermentación, pero llenas de promesas.
                                                        Walter Benjamin


La realidad exige que también mencionemos esto: la vida sigue.                                            
                                                        Wislawa Zsymborska


viernes, 28 de diciembre de 2012

Antología parcial / 72









Como latas de cerveza vacías y colillas
De cigarros apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televisión
Y desaparecen, así ha sido mi vida.
Como los automóviles que pasaban rápidos por las carreteras
Con risas de muchachas y música de radios…
Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos
Y las canciones de las radios que pasan de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
Más que latas vacías y colillas apagadas,
Risas en fotos marchitas, boletos rotos,
Y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.


Ernesto Cardenal: Gethsemaní, Ky (1960)

martes, 25 de diciembre de 2012

Elogio (y repulsa) de la estupidez



¿Quién, con un poco de conocimiento y una mínima experiencia, puede negar que, además de mortales, todos somos, en mayor o menor medida, puntual o permanentemente, estúpidos, tontos, imbéciles? Venga, no se esconda: admita usted que alguna que otra vez se ha mirado al espejo y rabiosa o compasivamente se ha dicho a sí mismo: eres imbécil. ¿Y cuántas veces ha oído un indulgente y cariñoso "no seas tonto", o un áspero y tajante "eres estúpido"? ¿Formas de hablar? Mejor, maneras de vivir, ¿no? Esto, en la intimidad o en el ámbito privado, donde podemos resguardarnos, salvar la cara o intentarlo al menos. 

Stephanie Strasburg

Fuera, en la plaza pública, a plena luz del día, la cosa es bien distinta; quiero decir que en la calle el asunto va en serio. Ahí, con los otros, con los demás, ¿quién puede sustraerse al influjo de la estupidez, a su ubicuidad, a su capacidad para adoptar las formas más diversas? De hecho, en nuestra vida social estamos permanentemente expuestos a comportarnos como estúpidos.
Hay quien intenta evitar el percance o, si no lo consigue, procura enmendarse e incluso no tiene reparo en reconocer que se ha comportado como un estúpido o que lo que ha dicho ha sido una estupidez; hay quien, por el contrario, ni advierte el incidente ni asume su estupidez, sino que persevera en la costumbre hasta convertirla en un acendrado rasgo de su personalidad.
A propósito, ¿la estupidez es un don natural o un logro, una conquista? ¿Hay profesiones que favorezcan la estupidez más que otras? ¿Qué edad es la más propicia para hacer el imbécil? ¿Es la estupidez una cuestión de género? Es decir, ¿son los hombres como tales más estúpidos que las mujeres? ¿De dónde sacamos ánimo y fuerza para sobreponernos a nuestra propia estupidez, para preguntarnos cada día: cuándo vas a dejar de hacer el gilipollas?
Ng Han Guan
El caso es que acabo de leer Elogio de la estupidez (Cómplices editorial), de Jean Paul, una de las figuras más destacadas de ese efervescente período, a caballo entre el siglo XVIII y el XIX, en el que clasicismo y romanticismo conviven en Alemania.
El tema no es novedoso. Como señala Juan de Sola en el prólogo a la edición, "sobre la estupidez se ha pronunciado casi todo el mundo. Raro es el año en que no aparecen antologías y prontuarios repletos de citas sobre la bobería, la imbecilidad u otras formas modernas de militancia en el reino de los tontos". En estas mismas páginas, Claudio publicó una elocuente reseña sobre la estupidez.
En Elogio de la estupidez, Jean Paul convoca a gente de toda clase y condición, de los oficios y profesiones más dispares, lerdos y sabios, cortesanos y burgueses, súbditos y gobernantes, filósofos y poetas... "Todos los estamentos han compartido conmigo un poco de su gloria", dice la estupidez a la que Jean Paul cede completamente la palabra. "Hago feliz al estúpido tanto por la cabeza como por el corazón. Cierto que no le ofrezco la sabiduría pero sí la creencia de que la tiene en su poder. La falta de saber lo protege de todos los peligros que son la perdición, temporal o eterna, del pensador".
Y orgullosa de sí misma, añade: "¿Puede seguir ignorándose el alcance de mi influencia en la felicidad de la gente, la grandeza de mi poder, que seduce irresistiblemente al estúpido de ilustre cuna y lo sitúa junto al de baja extracción, la grandeza de mi bondad, que no se olvida de ninguno de mis adeptos, y la grandeza del elogio que por todo ello me merezco?". 
Reuters
Tal y como la pinta Jean Paul, la estupidez resulta casi entrañable. Actualmente sus formas y maneras son desde luego muy distintas y ocupa un destacadísimo lugar en todos los sectores y ambientes de la vida cotidiana: tribunales y parlamentos, academias y universidades, consejos de administración o de gobierno... Añádase a ello las generosas aportaciones, los prolíficos y variados testimonios que cada día nos ofrecen los medios de comunicación de masas y en los que adquieren un protagonismo especial políticos, tertulianos y famosos.
En su teoría de la estupidez humana decía Cipolla que la prosperidad de una sociedad depende exclusivamente de la capacidad de los individuos inteligentes para mantener a raya a los estúpidos. Y advertía de la alarmante proliferación de canallas y sinvergüenzas con un elevado porcentaje de estupidez, especialmente entre los individuos que están en el poder.
Desde hace meses, cada viernes, cuando leo u oigo el resumen de las medidas adoptadas por el Consejo de Ministros no puedo sustraerme a la idea de que aquella advertencia se ha convertido ya entre nosotros en una rotunda y lamentable evidencia.

                                                                           Darío

domingo, 23 de diciembre de 2012

Poética / Milosz



                                      Ars poetica

Siempre he aspirado a una forma mucho más amplia
Que, libre de las aspiraciones de la poesía y la prosa,
Nos dejase entendernos sin exponer
A lector y autor a sublimes agonías.


En la esencia misma de la poesía hay algo indecente:
Expresamos cosas que ignorábamos tener en nosotros.
De modo que parpadeamos como si hubiera saltado un tigre
Y estuviese en la luz moviendo la cola.


Por eso dicen justamente que un demonio dicta la poesía,
Aunque es exagerado sostener que se trata de un ángel.
Es arduo adivinar de dónde viene el orgullo de los poetas          Cuando
tan a menudo quedan avergonzados por la revelación de [su fragilidad.                                                                


¿Qué persona razonable sería una ciudad de demonios
Que se portan a sus anchas, hablan en muchas lenguas
Y, no satisfechos con robarle sus labios y sus manos,
Trabajan en cambiarle el destino para su convivencia infernal?


Es cierto que hoy se aprecia mucho lo mórbido;
Por tanto acaso pienses que sólo estoy bromeando
O simplemente has encontrado otros medios
De alabar el arte sin ayuda de la ironía.


Hubo un tiempo en que sólo los libros sabios eran leídos
Y nos ayudaban a soportar nuestro dolor y sufrimiento.
Esto, después de todo, no es lo mismo
Que hojear cientos de obras recién salidas de clínicas [psiquiátricas.


Y sin embargo es diferente de lo que parece
Y nosotros somos distintos de cómo nos vemos en nuestros [delirios.
Por tanto las personas preservan su identidad silenciosa
Y ganan el respeto de sus parientes y vecinos.


El propósito de la poesía es recordarnos
Qué difícil es seguir siendo una sola persona,
Ya que está abierta nuestra casa, no tiene llaves
Y huéspedes invisibles entran y salen a su antojo.


De acuerdo, no es poesía lo que ahora digo:
Los poemas deben escribirse rara vez y de mala gana,
Bajo penas intolerables y sólo con la esperanza
De que los buenos espíritus, no los malos, nos elijan como su  [instrumento.        


                                                               Czeslaw Milosz

jueves, 20 de diciembre de 2012

El dinero es el amo


 
Ayer vi El capital,  la última película de Costa-Gavras. Es la historia de Marc Tourneuil, un alto ejecutivo inteligente y discreto, que de un modo imprevisto se convierte en presidente de uno de los primeros bancos europeos. Quienes controlan el banco creen haber nombrado un hombre de paja al que podrán manejar a su antojo. Están completamente equivocados. En realidad no lo conocen. Tourneuil es como ellos: un tipo ambicioso y sin escrúpulos, un depredador audaz y codicioso que no reconoce ninguna restricción moral; es decir, un canalla dispuesto a todo por el dinero y el poder. No tardarán en saberlo.
Pero no se preocupen, no voy a contarles la película: tendrán que verla si quieren saber cómo Tourneuil acaba haciéndose con el control absoluto del banco. 

Fernand Léger: La partida de cartas

Sí les diré que pocas veces había visto en una película tantos canallas por metro cuadrado como en El capital. (¡Como que estamos hablando de dinero! ¿Es que no te habías dado cuenta?, me aclara esa voz que siempre va conmigo). Es cierto.  Lo dice ese canalla total que es Dittmar, con absoluta contundencia: "La gente cree que el dinero es la herramienta. Se equivoca: el dinero es el amo. Cuanto mejor le sirvas, mejor te tratará". Todo un programa.
En esta especie de cuento posmoderno (¿de dónde si no el cinismo de Tourneuil cuando mira directamente a la cámara sabiendo que nosotros, los espectadores, estamos aquí, viendo lo que hacen?) Costa Gavras denuncia el capitalismo financiero fundado en la globalización de una economía especulativa en la que el dinero no sirve para crear trabajo y producir bienes sino para hacer más dinero. 
Andy Warhol: Signo del dólar
 “Los bancos robáis a la gente tres veces”, le dice a Tourneuil un tío suyo en una comida familiar. “La primera, a vuestros empleados cuando les echáis aun teniendo beneficios. La segunda, a los clientes sangrándolos con vuestros créditos. Y la tercera, destrozando el estado del bienestar porque los países tienen que gastarse todo el dinero en deuda y ya no pueden sufragarlo”. ¿Y qué?, viene a decirle impasible el protagonista, para quien todo "es un juego. A veces injusto y cruel. Pero un juego". Un juego en el que los perdedores cada día pierden más y los ganadores cada día ganan más, apostillaba el propio Gavras en una reciente entrevista. Mientras, Tourneuille dice a sus consejeros: nosotros seguiremos robando a los pobres para dárselo a los ricos.
Z, La confesión, Estado de sitio, en los setenta; Desaparecido, La caja de música, en los ochenta; Mad City, Amén... Desde mis años en la Universidad hasta ayer mismo el cine de Costa Gavras se me ha presentado siempre como una oportunidad para reflexionar sobre acontecimientos que han marcado, política e ideológicamente, la historia de nuestro tiempo.  Ya sé que su cine (en el que abundan toda suerte de canallas) no es un bello producto, no es un producto perfecto. Pero es necesario. Lo dejó claro desde el principio, en los títulos de crédito de Z: "Cualquier parecido con hechos reales, y personas vivas o muertas, no es accidental. Es INTENCIONADO." Pues eso.
                                                                                 Julián