sábado, 27 de octubre de 2012

Antología parcial / 66



         
     
                 Otoño

 
A esta alameda muriente
he traído mi cansancio,
y estoy ya no sé qué tiempo
tendida bajo los álamos,
que van cubriendo mi pecho
de su oro divino y tardo.

Sin un ímpetu la tarde
se apagó tras de los álamos.
Por mi corazón mendigo
ella no se ha ensangrentado.
Y el amor al que tendí,
para salvarme, los brazos,
se está muriendo en mi alma
como arrebol desflocado.

Y no llevaba más que este
manojito atribulado
de ternura, entre mis carnes
como un infante, temblando.
¡Ahora se me va perdiendo
como un agua entre los álamos;
pero es otoño, y no agito,
para salvarlo, mis brazos!

En mis sienes la hojarasca
exhala un perfume manso.
Tal vez morir sólo sea
ir con asombro marchando
entre un rumor de hojas secas
y por un parque extasiado.

Aunque va a llegar la noche,
y estoy sola, y ha blanqueado
el suelo un azahar de escarcha,
para regresar no me alzo,
ni hago lecho, entre las hojas,
ni acierto a dar, sollozando,
un inmenso Padre Nuestro
por mi inmenso desamparo.

Gabriela Mistral: Desolación (1922).


jueves, 25 de octubre de 2012

Leer / Proust



Mientras la lectura sea para nosotros la iniciadora cuyas llaves mágicas nos abren en nuestro interior la puerta de estancias a las que no hubiéramos sabido llegar solos, su papel en nuestra vida es saludable. Se convierte en peligroso por el contrario cuando, en lugar de despertarnos a la vida personal del espíritu, la lectura tiende a suplantarla, cuando la verdad ya no se nos presenta como un ideal que no esté a nuestro alcance por el progreso íntimo de nuestro pensamiento y el esfuerzo de nuestra voluntad, sino como algo material.

Alexander Mann: Retrato de Helen Gow
El lector ilustrado lee por leer, para recordar lo que ha leído. Para él, el libro no es el ángel que levanta el vuelo tan pronto como nos ha abierto las puertas del jardín celestial, sino un ídolo petrificado, al que adora por él mismo, y que, en lugar de dignificarse por los pensamientos que despierta, transmite una dignidad falsa a todo lo que le rodea. El ilustrado [...] no sabe extraer de los libros la substancia que podría fortalecer [su mente]; carga con ellos íntegramente, y en lugar de contener para él algún elemento asimilable, algún germen de vida, no son más que un cuerpo extraño, un germen de muerte.

 Con los libros, no hay amabilidad que valga. Con estos amigos, si pasamos la velada en su compañía, es porque realmente nos apetece.

                                                        Marcel Proust

lunes, 22 de octubre de 2012

Capitalismo de ficción




Hace cuatro años, casi por estas mismas fechas, el entonces presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aseguraba en el Congreso de los Diputados que la economía española ni pasaba por una crisis ni se encontraba en recesión, sino en una situación de "estancamiento". Reconocía que le habían fallado las previsiones y que 2008 estaba siendo "un año malo", que estábamos pasando "una etapa dura y complicada", y terminaba anunciando que en 2009 empezaría la recuperación.

Lamentablemente y como todo el mundo sabe, las previsiones le fallaron de nuevo a Zapatero y no se cumplieron aquellos augurios. Al contrario, la economía fue empeorando cada vez más hasta llegar a  la gravísima situación en la que nos encontramos actualmente. Algo que ya barruntaba Vicente Verdú en El capitalismo funeral, publicado en 2009, que yo he leído este fin de semana y que no sé si leería el entonces presidente del gobierno.
Un fin de época
De haberlo hecho, se habría enterado de que, según Verdú, la "gran crisis" en la que nos encontramos inmersos es mucho más que un fenómeno cíclico consustancial al capitalismo, mucho más que un grave problema económico: la gran convulsión en que nos hallamos "posee el carácter de un fin de época".
Diariamente, nos despertamos -escribe Verdú- y el mundo aparece enredado con la inminente posibilidad de algo peor. Lo temible se ha hecho real. La economía contemporánea parece haberse convertido en un espectáculo autónomo y liberado de razón. Las instituciones, moribundas casi todas, han perdido gran  parte de su valor y su sentido en la consideración de los ciudadanos. La corrupción afecta a todos los ámbitos y sectores de la sociedad. Añádase a ello la proclamada pérdida de valores, el incremento de la desigualdad, el fracaso de la escuela o de la justicia, el hiperindividualismo, el hiperconsumismo... Vivimos en un mundo en el que los riesgos se han globalizado y la globalización se manifiesta carente de control global. Además, dice el autor, la crisis no es sólo la crisis, sino todo aquello que se cree, se habla o se teme sobre la crisis. De ahí, el malestar social y cultural, la sensación de catástrofe, de estar viviendo el ingreso en una era desafortunada.

George Tooker: El subterráneo
 
Como ven, el panorama no puede ser más sombrío. Semeja un campo de batalla donde todo es muerte y desolación, y en el que no parece que haya lugar para la esperanza. De hecho, en el subtítulo equipara la crisis con la Tercera Guerra Mundial. 
Capitalismo de ficción
La volatilización del dinero, el comportamiento incestuoso del capital, el tratamiento y gestión de la basura o la muerte del automóvil son algunas de las imágenes que Vicente Verdú rescata de ese campo de batalla. De fondo, la última mutación del sistema capitalista, el "capitalismo de ficción", que "en lugar de atenerse a producir objetos, se empeña en favorecer la producción de experiencia, realidades de segundo orden que incrementan la posibilidad de vivir y vivirse más". Un capitalismo -añade Verdú- en el que "lo real es doblado por lo virtual, la posesión por la potencialidad de la posesión y la riqueza por la capacidad de endeudamiento". Se trata, en fin, de esclarecer los motivos de la crisis y de mostrar cómo "el capitalismo metamorfoseado en naturaleza global no admite otra cosa que su pervivencia o el caos".

George Tooker: Edificio gubernamental
La revolución horizontal
Al final, algunos resquicios dejan entrar un poco de luz. "La revolución horizontal", las nuevas formas de organización y movilización social, la comunicación y la cooperación a través de la red, las web sociales "permiten vislumbrar el nacimiento de otra época humana", apunta Verdú, para quien "otro mundo debe ser posible puesto que de éste hemos llegado a estar hartos".
Escrito desde la inmediatez y la urgencia que impone el análisis del presente, en un tono vehemente que en ocasiones puede resultar apocalíptico, y con el estilo vivísimo característico del autor, El capitalismo funeral no es un estudio formal en el que se ofrezca una visión articulada de la crisis actual. En este ensayo, "escrito por el gusto de pensar esta época y el disfrute de escribir en sí" según el propio autor, el lector encontrará más intuiciones que datos, más metáforas que argumentos, más emoción que objetividad. "Viene a ser lo contrario de la especialidad, la profesión y el rigor", dice en el prólogo Vicente Verdú. Algo así como una especie de desahogo.

                                                                           Darío

jueves, 18 de octubre de 2012

Antología parcial / 65





Sólo tu amor y el agua...

Sólo tu amor y el agua... Octubre junto al río
bañaba los racimos dorados de la tarde,
y aquella luna odiosa iba subiendo, clara,
ahuyentando las negras violetas de la sombra.
Yo iba perdido, náufrago por mares de deseo,
cegado por la bruma suave de tu pelo.
De tu pelo que ahogaba la voz en mi garganta
cuando perdía mi boca en sus olas de niebla.
Sólo tu amor y el agua... El río, dulcemente,
callaba sus rumores al pasar por nosotros,
y el aire estremecido apenas se atrevía
a mover en la orilla las hojas de los álamos.
Sólo se oía, dulce como el vuelo de un ángel
al rozar con sus alas una estrella dormida,
el choque fugitivo que quiere hacerse eterno,
de mis labios bebiendo en los tuyos la vida.
Lo puro de tus senos me mordía en el pecho
con la fragancia tímida de dos lirios silvestres,
de dos lirios mecidos por la inocente brisa
cuando el verano extiende su ardor por las colinas.
La noche se llenaba de olores de membrillo,
y mientras en mis manos tu corazón dormía,
perdido, acariciante, como un beso lejano,
el río suspiraba...
Sólo tu amor y el agua...



lunes, 15 de octubre de 2012

Otoño en Laramie




Ustedes ya saben que en Laramie nos gusta conversar, hablar sobre los temas más dispares. Y por supuesto, nos encanta discutir: aprovechamos cualquier resquicio, cualquier ocasión para entablar un buen debate. 
Ningún tema nos es ajeno. De verdad, les hablo en serio: ninguno. Aquí nada está vedado ni nadie se pone estupendo despreciando este o aquel asunto. Claro que hay temas que nos interesan y nos preocupan más que otros. En primer lugar, naturalmente, la gran crisis que estamos viviendo. De hecho, hay días en que no hablamos de otra cosa. Pero este último fin de semana nos hemos concedido un descanso. 

Christopher Burkett: Autumn Aspens & Blue Lake Stars
Antonio nos tenía preparada una sorpresa. ¿Qué os parece si hoy, en lugar de andar a la greña con Bruselas, la troika y toda esa panda de individuos, que diría Ubú, celebramos la entrada del otoño? Sin esperar la respuesta, nos invitó a que pasáramos al salón.
Esto que estáis escuchando -dijo Antonio, mientras colocaba en la mesa un variadísimo surtido de blinis- es el melancólico adagio del Concierto en LA para clarinete, de Mozart. Es hermoso, ¿verdad? Pero yo he elegido algo más sencillo y, que me perdone Mozart, más... intenso: "Les feuilles mortes", una canción a la que vuelvo siempre en estas fechas.
No recuerdo haberla oído, dijo rarodeluna. Ni yo, añadió Carlota. A mí me ocurre lo mismo, dijo Teresa. Claro que la habéis oído -aseguró Darío-, pero con el título en inglés: "Autumn Leaves". ¿Os suena ahora? ¡Ah, ya!, respondieron al unísono. Es una muestra más del imperialismo yanqui, que acaba apropiándose de todo - comentó Darío.
En efecto -añadió Antonio- es una canción francesa de 1945. La letra la compuso Jacques Prévert y la música Joseph Kosma. Yves Montand la popularizó y el jazz la hizo suya enseguida ensayando múltiples versiones.
¿Cuándo la vamos oír?, preguntó rarodeluna. No te impacientes, le respondió Antonio. Primero os voy a servir el cóctel que he preparado para nuestra celebración: un Cilantro Martini. A ver qué os parece.  

Christopher Burkett: Aspen grove
Mientras saboreábamos el excelente cóctel y los deliciosos blinis, Antonio nos habló de "Les feuilles mortes". Al parecer hay más de cuatrocientas versiones y la han interpretado más de cien artistas. Antonio eligió ocho versiones, pensando -dijo- en cada uno de nosotros:
A Julián le dedico la de Eric Clapton. Para Darío, Miles Davis. A Teresa le gustará la versión de Eva Cassidy y a Marta, seguro, la de Yves Montand. Estoy también seguro de que Claudio no le pondrá pegas a la interpretación de John Coltrane. Para Carlota la versión de Diana Krall y para nuestro hombre en La Habana, Stanley Jordan. Yo me quedo con Juliette Greco. Bueno, ya me contaréis.
La velada, que transcurría en un continuo ir de aquí para allá a propósito del otoño, pareció centrarse cuando Darío asoció otoño y decadencia, y Claudio evocó el último Visconti, el de la trilogía alemana y Gruppo de familia en un interno. Andábamos enredados en el binomio decadencia y cine cuando rarodeluna dijo: melancolía. Esa es la palabra, ¿no? No sé si os habéis dado cuenta: no hemos hecho otra cosa que hablar del fracaso y de la muerte. ¿Es ese el otoño que queremos celebrar, Antonio? ¿Es esa, Julián, la "estación de la bruma y la dulce abundancia, / gran amiga del sol que todo lo madura", que cantaba Keats? ¿O será quizá que no podemos sustraernos a la tristeza, a la pesadumbre, al abatimiento en el que nos ha sumido esa crisis de la que hoy hemos preferido no hablar? ¿Dónde arraiga esa decadencia, Darío? En fin -concluyó rarodeluna, levantando la copa: ¡salud!
Creo que ya va siendo hora de retirarnos -dijo Antonio, mientras todos respondíamos ¡salud!