lunes, 9 de mayo de 2011

Down and out

 
No lo molestéis ahora –nos dice Antonio a Teresa y a mí en cuanto nos ve entrar en Laramie, refiriéndose a Claudio. Lleva ahí –y señala al salón– un buen rato escuchando música y tomando notas. Una y otra vez –continúa Antonio– vuelve a la misma canción: “Nobody knows you when you down and out”, de la que tiene casi todas las versiones. No sé lo que le pasa, pero cuando Claudio elige esa canción es que está rumiando algo y lo mejor es dejarlo tranquilo. Así que Teresa y yo nos quedamos disciplinadamente en la barra, intentando averiguar qué es lo que le podría ocurrir a Claudio.

Conforme iban llegando los demás, repetíamos lo que nos había dicho Antonio y seguíamos en la barra. Hasta que llegó Carlota quien, sorprendida por nuestra actitud, entró en el salón le dio dos besos a Claudio y le preguntó qué le pasaba. Nada, respondió Claudio. Lo que no sé –añadió– es qué les pasa a los demás; llevan un buen rato cuchicheando ahí, en la barra… ¿Por qué no entran? Es que piensan que estás preocupado por algo y no quieren molestarte –le dice Carlota. ¿Preocupado? –le responde– ¿Molestarme? Esto es obra de Antonio. Anda, diles que se ha reído de ellos; que vengan y se sienten aquí, como siempre.
¿Qué es eso de que escuchas una y otra vez la misma canción en distintas versiones?, le pregunta Carlota a Claudio, mientras con un gesto les dice a los demás que se acerquen. Como me lo van a preguntar también los demás –responde Claudio–, mejor esperamos que lleguen y se sienten, ¿no te parece? Por cierto –añade–, voy a pedirle a Antonio que prepare un cóctel que alivie mis presuntas preocupaciones. 
Cuando todos nos hubimos sentado, Claudio compartió con nosotros ese intrascendente secreto, como él mismo lo llamó, que Antonio nos había desvelado: desde que la escuchó por primera vez, la canción de Jimmy Cox le produjo tal impresión que desde entonces forma parte de eso que el propio Claudio llama su colección particular. Mi versión favorita –dice con evidente entusiasmo– es la de “Detroit” Gary Wiggins & CC – The Boogie Man. ¡Es una obra maestra del blues! Claro que hay versiones para todos los gustos. Entre las que he revisado esta tarde me quedo con la de Josh White. Sin olvidar, por supuesto, la de Janis Joplin o esa personalísima versión que hace Alberta Hunter. Pero seguro que os estoy aburriendo… 

Dora García: Steal this book

De eso nada, interviene Antonio, que llega con el cóctel que le había pedido Claudio. Como Claudio lleva un buen rato alimentando la melancolía, he preparado un Bellini, un suave y riquísimo cóctel veneciano. Que os aproveche. Niego la mayor, responde Claudio, pero me parece una elección acertada.
No lo niegues, Claudio, le dice Julián. Estás preocupado por algo y si no llega a ser por Carlota aún estarías ensimismado en ese sillón, escuchando blues y tomando notas en tu libreta. Si no quieres hablar de ello, respetaremos tu silencio… Son cosas mías, Julián. Como decía Bataille, será que envejezco y me debilito, pero lo cierto es que últimamente cometo demasiadas torpezas. Esta mañana me he comportado de un modo irresponsable y temerario, dedicando demasiado tiempo a la lectura de los periódicos. He comenzado leyendo las crónicas del inicio de la campaña electoral… ¡Pero, hombre! ¿Cómo se te ocurre…? Espera, Antonio; no me interrumpas. Después he leído una entrevista con Dora García, que me ha dejado un extraño sabor de boca. ¿Sabes, Darío, qué dice esta mujer que, en términos periodísticos, lleva varios años en lo más alto del podio artístico? Que el arte no tiene que entenderse en absoluto, que el arte puede ser lo que quiera, aburrido a muerte o histéricamente divertido, hermoso o espantoso, ordenado o caótico, culto o extremadamente idiota… Ah, y que el verdadero problema del arte es la constante injerencia de los políticos… Para colmo, después he leído un largo reportaje sobre la explotación laboral infantil en varios países asiáticos… Llegó un momento en que todo se confundía en mi retina, en mi mente y en mi estómago… 
Una mala digestión, Claudio –le dice Antonio, sonriente y cordial. A tu edad deberías ser más precavido y no darte esos atracones. ¿Qué os parece si hablamos de otras cosas? Y eso fue lo que hicimos. Sin ponernos de acuerdo, nos dedicamos a hablar de esas pequeñas cosas que… Pero esa es otra historia, que diría Antonio.

En las cuatro estaciones recojo dos nuevas citas de la colección de Claudio, la nueva entrega de la Antología parcial de Julián, un borrador que me deja rarodeluna con la condición de que no lo publique por ahora y la invitación que nos envía Juan Carlos Reche desde Montevideo.
Se trata de la presentación en el Centro Cultural de España en Buenos Aires de la antología Para los años diez –7 poetas españoles nacidos en los 70– de Juan Carlos Reche, colección Nomeolvides, Casa Editorial HUM. Será el martes 17 de mayo, a las 19’30 y participarán en el acto Arturo Carrera, Abraham Gragera, Juan Antonio Bernier y el propio Reche.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Coincido contigo: la versión de Detroit es, también a mi juicio, la mejor. El final me parece soberbio y las partes instrumentales proporcionan al oyente el tiempo necesario para la evocación y el recogimiento bajo ese halo de tristeza lúcida que vertebra este blues.

Del cover que hace Josh White me gusta especialmente la intervención de la anónima vocalista -al menos yo no la identifico- por combinar de forma natural sensualidad y garra telúrica.

Alberta Hunter me ha sorprendido porque recita el blues como Conchita Piquer recitaba la copla. Pero, al insistir en el aspecto didáctico de la composición, le está restando -a mi parecer- melancolía y, por ende, capacidad para emocionar a receptores que no sepan inglés.

Creo que la voz de Janis Joplin no deja indiferente a nadie, aunque me ha resultado una interpretación demasiado ajustada a lo que debe ser un blues. Hay que tener en cuenta que esta versión pertenece a su primer disco, ¿no?