domingo, 30 de septiembre de 2012

Leer poesía



La manera de desarrollar buen gusto en literatura es leer poesía. Siendo la forma suprema de la locución humana, la poesía no es sólo la más concisa, la más condensada manera de transmitir la experiencia humana; ofrece también los criterios más elevados posibles para cualquier operación lingüística, especialmente sobre papel.

Mientras más poesía lee uno, menos tolerante se vuelve a cualquier forma de verbosidad. La poesía impone una gran disciplina a la prosa. Le enseña no sólo el valor de cada palabra sino también los patrones mentales mercuriales de la especie, alternativas a una composición lineal, la destreza de evitar lo evidente, el énfasis en el detalle, la técnica del anticlímax. Sobre todo, la poesía desarrolla en la prosa ese apetito por la metafísica que distingue a una obra de arte de las meras belles lettres

William Meyerowitz: White Sails
Si lo que a usted le interesa especialmente es la literatura contemporánea, entonces su oficio es pan comido. Todo cuanto tiene que hacer es proveerse por un par de meses con obras de poetas de su lengua natal, preferiblemente de la primera mitad de este siglo. Supongo que acabará con una docena de libros delgados, y al terminar el verano estará en gran forma. 

 Si su lengua madre es el inglés, le recomendaría a Robert Frost, Thomas Hardy, W. B. Yeats, T. S. Eliot, W. H. Auden, Marianne Moore y Elizabeth Bishop. Si el alemán, Rainer Maria Rilke, Georg Trakl, Peter Huchel y Gottfried Benn. Si es el español, Antonio Machado, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez y Octavio Paz bastarán. Si su lengua es el polaco -o si usted sabe polaco (lo cual sería una gran ventaja, porque la poesía más extraordinaria de este siglo está escrita en esa lengua)- me gustaría sugerirle los nombres de Leopold Staff, Czeslaw Milosz, Zbigniew Herbert y Wislawa Szymborska. Si es francés, entonces por supuesto Guillaume Apollinaire, Jules Supervielle, Pierre Reverdy, Blaise Cendrars, algo de Paul Eluard, un poquito de Aragon, Victor Segalen y Henri Michaux. Si es griego, debería leer a Constantino Cavafis, Georgio Seferis, Yannis Ritsos. Si holandés, tendría que ser Martinus Nijhoff, en particular su asombroso "Awater". Si es portugués, debe leer a Fernando Pessoa y quizás a Carlos Drummond de Andrade. Si es la lengua sueca, lea a Gunnar Ekelöf, Harry Martinson, Tomas Tranströmer. Si ruso, tendrían que ser -por lo menos- Osip Mandelstam, Marina Tsvetaeva, Anna Ajmátova, Boris Pasternak, Vladislav Khodasevich, Velemir Khlebnikov, Nicolai Klyvev. De ser el italiano, Quasimodo, Saba, Ungaretti y Montale. 

                 Joseph Brodsky: "Cómo leer un libro" (1988)

martes, 25 de septiembre de 2012

La poesía del pensamiento



Para George Steiner, lo filosófico y lo poético están indivisiblemente unidos. "Toda filosofía es estilo -escribe- y no hay ningún texto literario que no contenga, manifiestos o encubiertos, unas coordenadas metafísicas, unos axiomas lógicos o unos rastros de epistemología".
El lugar de encuentro, el punto donde convergen filosofía y literatura, "donde pleitean la una con la otra en forma o en materia", no es otro que el propio lenguaje, "la base ontológica y sustantiva común". Ambas "son producto del lenguaje, entendido éste al modo heideggeriano, esto es, como núcleo definidor del Ser; y ambas se definen por la actitud que adoptan ante el lenguaje: "la poesía aspira a reinventar el lenguaje, a hacerlo de nuevo. La filosofía se esfuerza por hacer el lenguaje rigurosamente transparente, por purgarlo de ambigüedad y confusión". La poesía del pensamiento (Siruela, 2012) es, según el propio autor, un intento de dilucidar la naturaleza, el significado y sentido de esa relación.

Del helenismo a Celan
Para ello, Steiner se remonta a los orígenes, a aquel momento inaugural en que "el descubrimiento de la metáfora encendió el pensamiento abstracto, desinteresado" en la Grecia de los presocráticos, y desde allí sigue el curso del diálogo entre pensamiento y poesía prácticamente hasta hoy. Un recorrido que abarca veintiséis siglos y en el que comparecen (casi) todos los grandes nombres y muchas de las obras fundamentales de la filosofía y la literatura occidental. La asombrosa y versátil erudición de Steiner, su imaginación crítica, la brillantez de su discurso, convierten ese viaje en una auténtica aventura intelectual y la lectura de este ensayo en una estimulante experiencia, abierta a múltiples sugerencias y expuesta, cómo no, a dudas y objeciones.

Paul Klee: Ad Parnassum

Conviene advertir enseguida que ese viaje lo realiza el autor de la mano de una determinada tradición filosófica y de una determinada tradición poética. Frente a la filosofía que persevera en busca de la claridad, Steiner opta por una filosofía que indaga en lo inefable y en lo oscuro, por los pensadores "que ven en los neologismos, en las densidades sintácticas, en la opacidad estilística, las condiciones necesarias del discernimiento original". Y entre las diversas tradiciones poéticas elige la tradición estética de la "materia oscura", que va desde Píndaro a Celan, pasando por Góngora, Hölderlin, Rimbaud, Mallarmé, Valery... La tradición en la que "la poesía es más ella misma", la que más se acerca a la "fusión de contenido y forma en música", la que se afirma decididamente desde el hermetismo de su discurso. Y en el origen, en los albores del significado, Heráclito, el penseur-poète, el filósofo proverbialmente críptico que con "muy pocas y escuetas palabras se extiende al infinito".
La intensidad aforística de Heráclito, la ecuación de Parménides entre pensamiento y ser, el dictamen de Sócrates de que la vida no examinada no es digna ser vivida, marcan el comienzo de ese largo y en ocasiones tortuoso camino que recorren juntos pensadores y escritores, filósofos y poetas. De entre todos los nombres, se destacan tres: Nietzsche, "el filósofo en cuyos escritos se funden la especulación abstracta, la poesía y la música"; Mallarmé, el poeta que "intentó romper las determinantes barreras del lenguaje y liberar la sintaxis del despotismo gastado y lineal de la lógica"; y Heidegger, para quien "el pensamiento del Ser es el modo originario de la poesía. En él, sobre todo lo demás, la lengua se convierte en lengua, es decir, en su esencia".

René Magritte: Las vacaciones de Hegel
En su recorrido, Steiner se refiere a veces a pensadores y escritores que no pertenecen a esta tradición: Maquiavelo, Milton, los philosophes de la Ilustración, Adorno, Brecht, Sartre, Foucault... Especial atención le dedica a Marx, a su formación literaria, a su interés por la tradición filosófica especulativa, pero sobre todo a su "logocentrismo clásico". Marx, que está convencido de que el pensamiento puede cambiar el mundo, pone en tela de juicio todas las instituciones y relaciones de poder, desecha las ilusiones de la religión, refuta las ideologías..., pero en ningún momento -dice Steiner- cuestiona la capacidad del lenguaje para representar, para analizar, para modificar la realidad individual y colectiva, para reconfigurar la condición humana.
El viaje concluye con un diagnóstico pesimista: la concepción del lenguaje como núcleo definidor del Ser se halla en retroceso. "El silencio y la privacidad, las coordenadas clásicas de los encuentros con el poema y el enunciado filosófico, se están convirtiendo ideológica y socialmente en unos lujos sospechosos". Pero Steiner deja una puerta abierta: en alguna parte alguien, "embriagado de silencio dirá 'no'. Una sílaba que contiene la promesa de la creación".

                                                                           Claudio

domingo, 23 de septiembre de 2012

Hombre / Hesse



Si no fuéramos algo más que individuos aislados, si cada uno de nosotros pudiese realmente ser borrado por completo del Mundo por una bala de fusil, no tendría ya sentido alguno contar historias. Pero cada uno de los hombres no es tan sólo él mismo; es también el punto único, particularísimo, importante siempre y singular, en el que se cruzan los fenómenos del Mundo, sólo una vez de aquel modo y nunca más. Así, la historia de cada hombre es esencial, eterna y divina, y cada hombre, mientras vive en alguna parte y cumple la voluntad de la naturaleza, es algo maravilloso y digno de toda atención. En cada uno de los hombres se ha hecho forma del espíritu, en cada uno padece la criatura, en cada uno de ellos es crucificado un redentor.


Fernand Leger: Hombres en la ciudad
 
La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, la tentativa de un camino, la huella de un sendero. Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo; pero todos aspiran a llegar a serlo, oscuramente unos, más claramente otros, cada uno como puede.


El hombre no es de ninguna manera un ser firme y duradero, es más bien un ensayo y una transición, no es otra cosa sino el puente estrecho y peligroso entre la naturaleza y el espíritu. 

                                                                           Hermann Hesse


jueves, 20 de septiembre de 2012

Antología parcial / 63





Amanece, amanezco

Es la luz, aquí está: me arrulla un ruido.
Y me figuro el todavía pardo
Florecer del blancor. Un fondo aguardo
Con tanta realidad como le pido.

Luz, luz. El resplandor es un latido.
Y se me desvanece con el tardo
Resto de oscuridad mi angustia: fardo
Nocturno entre sus sombras bien hundido.

Aun sin el sol que desde aquí presiento,
La almohada -tan tierna bajo el alba
No vista- con la calle colabora.

Heme ya libre de ensimismamiento.
Mundo en resurrección es quien me salva.
Todo lo inventa el rayo de la aurora.

Jorge Guillén: Cántico (1928-1950)