Félix de Azúa es un
escritor brillante, polémico y versátil, y un maestro en el manejo de la
ironía. Salvo el teatro, ha cultivado todos los géneros literarios, con más de
cincuenta títulos publicados. Hace tres años publicó la primera entrega de su
autobiografía y recientemente ha publicado la segunda. Las tituló Autobiografía sin vida y Autobiografía de papel, respectivamente.
En ambas entregas advierte Azúa que, aunque en efecto se
trata de una autobiografía, el autor apenas habla de sí mismo, de su vida
biológica y social, "ya que no tiene incidencia alguna en el colosal
proceso de transformación de la cultura occidental" que se está
produciendo actualmente. Por otra parte, ambas entregas son complementarias y
en las dos procede el autor "al mismo ejercicio", aplicado en Autobiografía sin vida a "las hace tiempo llamadas bellas artes", y en
Autobiografía de papel, a los géneros
literarios.
No es el suyo, aclara Azúa, el discurso de un yo, sino el de
"un caso": él es uno de "los cientos (quizás miles) de jóvenes
que comenzaron a escribir con intenciones artísticas
entre 1960 y 1980". A lo largo del relato y desde su experiencia,
"verdadera, aunque siempre subjetiva", el autor de títulos como Lengua de cal, Mansura, El aprendizaje de la
decepción o Abierto a todas horas,
repasa su propia trayectoria, a la vez
que reflexiona sobre algunas de las claves de la literatura del siglo XX, y sobre
el profundo cambio cultural que se ha producido en la sociedad occidental en
las últimas décadas.
En Autobiografía de papel el lector
conocerá por qué, después comprender que "la gran poesía, la
trascendental, la verdadera, era ya algo del pasado" Félix de Azúa abandonó
la poesía, "ya no pudo seguir ejerciendo de poeta". Cómo y por qué se
pasa a la novela, bajo la influencia decisiva de Juan Benet. Advertirá en
seguida el lector que la opinión que le merece a Azúa el estado de la narrativa
no es menos pesimista que en el caso de la poesía. La novela -dice el autor de Historia de un idiota contada por él mismo-
ha dejado de ser considerada un arte mayor en cuanto a su producción real, forma
parte ahora de la cultura de masas y no se distingue de cualquier otro producto
industrial.
Tal
como Azúa lo describe, el panorama es desolador: la poesía ha perdido
relevancia social y se ha convertido en un intercambio privado entre excelentes
profesionales cada vez más próximos al artesanado; la novela es un negocio
competitivo que ha regresado a la mejor tradición mercantil; el ensayo, "un
género literario con todas las de la ley", ha terminado compitiendo con la
novela como un producto industrial más... Y así llegamos a la última etapa de
esta trayectoria: el periodismo, o mejor, el artículo periodístico donde
probablemente ha brillado más y mejor el talento de Félix de Azúa. Una trayectoria
marcada -como él mismo reconoce en esta autobiografía- por lo que se llamó en
su día el desencanto, y que el propio Azúa prefiere llamar decepción.
Teresa
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