sábado, 9 de junio de 2012

CT: Cultura de la Transición


Desde Herodoto, la principal tarea de un historiador consiste en recoger las historias que merecen ser recordadas, destacando aquellos hechos que, convertidos en acontecimientos, le confieren relevancia a tales historias. Pero el historiador no suele quedarse ahí, en el mero registro historiográfico. Va más allá y, al hilo de su discurso, pone en marcha un proceso en el que el análisis de los acontecimientos implica ensayar hipótesis y formular explicaciones sobre el significado y el sentido de tales historias. Y en ocasiones parece que lo consigue: la narración y lo narrado se articulan de tal modo que el resultado se convierte en Historia. Hasta que alguien proyecta sobre esos acontecimientos otra mirada, formula otras hipótesis y corrige o incluso reescribe esa Historia.

Juan Genovés: Sintonía
En la España contemporánea, el 25 de octubre de 1977 figura como una fecha de singular importancia. Ese día y convocados por el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, la mayoría de los partidos con representación parlamentaria firmaron los Pactos de la Moncloa, un acuerdo que contemplaba una serie de medidas para afrontar la grave situación económica y para procurar estabilidad al proceso político iniciado unos meses antes con las primeras elecciones democráticas. 
Aquel acto devino enseguida en acontecimiento y cristalizó en un término, consenso, que expresaba y simbolizaba la acción conjunta de la mayoría de las fuerzas políticas españolas durante la Transición, el periodo histórico en el que se llevó a cabo el proceso -ejemplar, para algunos-por el que España dejó atrás el régimen dictatorial del general Francisco Franco y se convirtió en un Estado social y democrático de Derecho. Eso es al menos lo que dicen los manuales y las enciclopedias.
Pero Gillem Martínez y quienes participan con él en la edición de CT o Cultura de la Transición tienen una opinión bien distinta sobre aquel acontecimiento y sobre los 35 años que han transcurrido desde entonces. Para ellos, aquel día de octubre se certificó la derrota de la cultura emancipadora y transformadora, esto es, se desactivó la cultura de izquierdas y en su lugar se instituyó una cultura consensual, desproblematizadora y despolitizadora: la  Cultura de la Transición (CT), que se aseguró durante tres décadas el control de la realidad mediante el monopolio de las palabras, el monopolio de los temas y el monopolio de la memoria. "Una aberración cultural que ha supuesto  una limitación diaria a la libertad de expresión, a la libertad de opinión, a la libertad creativa. A la libertad, a palo seco".

Convertida en un elemento propagandístico del sistema, la CT favoreció el clientelismo, legitimó el conformismo y auspició el apesebramiento en todos los ámbitos de la vida cultural del país. Desconectada de la realidad -escribe Amador Fernández Savater- en estas tres décadas la CT ha tratado de desactivar la cultura como interrogación crítica y autónoma sobre la sociedad. La CT no se mete en política, salvo para darle la razón al Estado -dice Guillem Martínez- y el Estado no se mete en cultura, salvo para subvencionarla, premiarla o concederle honores.
Pero la situación ha cambiado -dicen- y la CT con todo su montaje -añaden- se está yendo al garete. Se muere de vieja, pero sobre todo por la irrupción de una cultura crítica alternativa, consciente de que el malestar de hoy es consecuencia de la desmovilización pactada en la Transición. Impulsada por las generaciones de los 70 y 80, la cultura crítica alternativa ha convertido la Red en su lugar de encuentro y el 15M en la expresión de su malestar y el símbolo de su proyecto.
Tales son, si no me equivoco, las premisas del discurso que se despliega en la veintena de textos que componen CT o la Cultura de la Transición, un conjunto misceláneo y desigual que se presenta como "un análisis, una disección de la sociedad española actual" y que "intenta explicar los mecanismos que hacen posible una cultura, la CT, en la que todo está pautado y previsto". Hasta aquí las intenciones.
El resultado es una especie de enmienda a la totalidad, que se pierde en generalizaciones y se diluye en anécdotas cuando no en banalidades. Su más que discutible reduccionismo, la falta de rigor historiográfico en muchos casos y de solvencia argumentativa en más de una ocasión, dañan el conjunto e impiden que se cumplan los propósitos que animaron la edición.
Más allá de eslóganes y marbetes, resulta evidente que para entender la España actual es tan necesario como ineludible revisar, releer y si es necesario reescribir la historia de los 35 años transcurridos desde aquel día de octubre de 1977. Y desde luego hay que hacerlo proyectando otras miradas, planteando otras preguntas, formulando otras hipótesis. Pero hay que hacerlo con toda la experiencia acumulada, y en serio.  

                                                                                              Julián


Gillem Martínez (Coord.) y otros: CT o Cultura de la transición. Crítica a 35 años de cultura española. Mondadori, 2012.



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