martes, 23 de abril de 2013

Cinco cartas de Hofmannsthal y una adenda



Cuando le pedí a Claudio que me dijera un título para celebrar el Día del Libro e incluirlo en nuestra lista de lecturas, me miró extrañado y me dijo:  tú sabes que yo no sigo las novedades y además... Por supuesto que lo sé, le interrumpí. Por eso precisamente te lo pido. Y no te hagas de rogar, añadí. Me miró en silencio y con un gesto de resignación, dijo toma nota: Cartas del que regresa, de Hugo von Hofmannsthal. ¿Lo has leído?, me preguntó. No, respondí. Bueno, después, cuando llegue a casa, te envío unas líneas sobre el libro, ¿vale? Anotó algo en su libreta y continuó tomando su güisqui de media tarde. Esa misma noche recibí por correo electrónica esta breve nota:
Hugo von Hofmannsthal (1874-1929) publicó su primer poema con dieciséis años; no había cumplido los veinte y ya era un poeta de renombre. A los veinticinco, a una edad en la que generalmente se empieza a desarrollar la capacidad poética -como apunta Hermann Broch en Hofmannsthal y su tiempo-, dejó de escribir poemas. En Carta de Lord Chandos explica las razones que le llevaron a abandonar la poesía.
Narrador, ensayista, dramaturgo, libretista de algunas óperas de Richard Strauss, para Hofmannsthal la creación consiste en romper las formas que impone el presente y ganar otras formas. Entre el ensayo, el relato y el poema en prosa, Cartas del que regresa es un texto marcado por el desencanto y la nostalgia. Con una prosa de una elegancia incomparable, dice Carlos Ortega en su "Nota del traductor", el escritor austríaco reflexiona sobre el 'ser-alemán', la infancia, Van Gogh y la incomodidad de vivir en un mundo sin atributos.
Asiduo del Café Central de Viena, donde se conversaba con Zweig, Rilke, Wassermann, Musil, Herman Broch o Joseph Roth, entre otros, Hugo von Hofmannsthal vivió en una época y un lugar irrepetibles. "Donde uno no quisiera morir -escribe en la tercera de estas cartas-, tampoco debe vivir".
 Adenda
Después de hablar contigo esta tarde, he pensado que tampoco vendría mal leer (o releer) Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida, de Nietzsche. Ahora que la vida es pura incertidumbre y la historia casi un género literario, la lectura de esta segunda intempestiva viene como de molde. Para muestra, un botón:
"El sentido histórico, cuando opera sin freno y desarrolla todas sus consecuencias, quita las raíces al futuro, pues destruye las ilusiones y priva a las cosas existentes de la única atmósfera en que pueden vivir. La justicia histórica, aun cuando se practique eficazmente y con la más pura intención, es una terrible virtud porque siempre mina y destruye las cosas vivientes: su juzgar es siempre una aniquilación. Si detrás del impulso histórico no impera un impulso constructivo, si no se destruye y se desescombra para que un futuro, vivo en nuestras esperanzas, pueda levantar su casa sobre el suelo ya despejado, si la justicia impera sola, el instinto creador se debilita y desalienta".
Vale.
                                                                  Claudio

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