sábado, 5 de noviembre de 2011

El intelectual melancólico


1/

A Jordi Gracia no le gustan esos tipos que van lloriqueando por las esquinas, doliéndose de la oquedad del presente, lamentando pérdidas y ausencias, abundando en la nostalgia, alimentando la melancolía. (A mí tampoco; que conste). Y dedica cien páginas no tanto a rastrear los motivos que explican una actitud, como a mostrar las raíces de una dolencia.
"Casi siempre el melancólico de hoy -dice el autor- fue el progresista ilustrado y burgués de la Europa del sesentayocho. Fue un joven iconoclasta y hoy es un adulto resentido por el fracaso de su utopía menor pero sobre todo porque el cambio social ha tomado una dirección para la que no tiene mapa ni brújula". Desengañado, frustrado, resentido..., "el melancólico se convierte en portavoz mortificado de un desánimo social que sobre todo traduce el suyo propio". 
Según Gracia, lo que le pasa al intelectual melancólico es que no se ha enterado de que por primera vez España se ha homologado a los usos y costumbres intelectuales del mundo occidental. No sabe que "la producción intelectual de calidad hoy lleva el ritmo y la probidad que habitualmente ha llevado en Francia, en Inglaterra, en Alemania o en Estados Unidos". O que "ahora las aulas [universitarias] ya no son pretextos para fabulaciones esotéricas sobre la sociedad del futuro sino lugares profesionales con infinidad de jetas incrustados [sic], cantidades considerables de profesionales de relieve medio y un puñado de profesores capaces de promover líneas de trabajo productivas y ejemplares"...
El intelectual melancólico incurre -concluye el autor- en "un injustísimo y rencoroso reaccionarismo porque se vuelve incapaz de evaluar el progreso real y social, masivo, de la población en Occidente". Y lo que es peor: atado a los iconos de su juventud (Walter Benjamin, Michel Foucault, Guy Debord...) ignora u olvida textos decisivos como El sueño del humanismo, de Francisco Rico. En fin.
Como panfleto, a este texto le sobran páginas y retórica; le falta coraje para dar los nombres y citar los títulos que justifican su discurso.

                                                                  Julián

2/

Hace siete años Jordi Gracia publicó un largo ensayo dedicado a los intelectuales españoles de ideología liberal que colaboraron con el fascismo y su institucionalización en forma de Estado franquista: La resistencia silenciosa, "un homenaje imperfecto a las formas sutiles, indirectas, de resistir y combatir la mentalidad franquista".
No sé si imperfecto, pero desde luego se trata de un ensayo sorprendente y osado. Y es que, para Gracia, "la resistencia contra la barbarie empezó por un ejercicio de reeducación lingüística, una cura de adelgazamiento retórico: poner a dieta la lengua del fascismo era el primer paso para resistirse a la infección mental, ética y política de la epidemia irracionalista".
Nada de cárceles, represión, exilio, lucha clandestina... En el discreto recogimiento de su gabinete, sin hacer ruido ni levantar la voz, sin molestar a nadie, aquellos intelectuales preservaron "la solidaridad profunda entre un modo de pensar el mundo y un tono de voz o estilo" y protagonizaron. según declara admirativamente el autor del ensayo, "una forma de disidencia ética con textura estética" [sic].
Empeñado en demostrar "una continuidad liberal veraz y legítima" en los años de la dictadura, Gracia encuentra "las raíces del presente" en la subsistencia de la tradición liberal en el largo período franquista. Y concluye: "la cultura de la democracia ha sido el resultado de una ruta empezada hace más de medio siglo, de manera casi invisible, pero real, cierta y perdurable".
La comprensiva indulgencia que muestra el autor en La resistencia silenciosa es inversamente proporcional a la severa acritud que airea en El intelectual melancólico. Profunda y arraigada tradición liberal, por un lado; caduca y fracasada utopía progresista, por otro. Es un ejemplo de congruencia ideológica, ¿no? Pues eso.

                                                       Darío


3/

"Lo raro entre la gente de mi edad, en torno a la cuarentena, es que la propensión mítica o legendaria la tenemos poco desarrollada. Quizá porque el sueño, o el señuelo, de la revolución nos llegó ya muy desactivado o cuando prácticamente todo había acabado. Ni siquiera nos adorna una derrota de bulto o la decencia de haber creído alguna vez en algo grande y verdadero. En una democracia sin barullo utópico, hemos cumplido la ruta de apacibles burgueses reformistas, votantes de izquierda con la conciencia tranquila, solidarios de cuenta corriente y manifestación invariablemente lúdica. No tenemos causas perdidas ni paraísos robados"

                                                       Jordi Gracia

[remitido por Claudio]


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