miércoles, 29 de mayo de 2013

Escritor / Borges


 
Cuatro momentos del proceso divino distingue Juan Escoto Erígena; cuatro momentos son quizá distinguibles en la evolución de los escritores.

En el primero el escritor, aún indiferenciado, es casi cualquier hombre; su voz, menos individual que genérica, es la de todos. En el segundo el escritor ha elegido un maestro; lo confunde con la literatura y minuciosamente lo copia, porque entiende que apartarse de él en un punto es apartarse de la ortodoxia y de la razón. En el tercero, que no todos alcanzan, el escritor se encuentra consigo mismo, como en ciertas ficciones orientales, célticas o germánicas. Encuentra su cara, su voz.

Hay un cuarto momento que yo no he alcanzado, que muy pocos alcanzan. En el primero, lo repito, el escritor es todos; en el segundo, es otro; en el tercero, es él; en el cuarto, es otra vez todos, pero con plenitud. Así los buenos versos de Shakespeare son manifiestamente de Shakespeare, pero los mejores, los eternos, ya no son de él. Tienen la virtud de parecer de cualquier hombre, de cualquier país.

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El verdadero tema de un escritor es ser fiel a sus fantasmas, liberándose de ellos al escribir.

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Yo creo que todo influye en un escritor. Además un escritor no es una persona que conozca el oficio de escribir; es, ante todo, una persona especialmente sensible a los hechos, a las cosas. Lo principal es la sensibilidad poética, lo demás es mera literatura... Lo demás es oficio.

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El deber de cada uno es dar con su voz. El de los escritores, más que nadie.

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Leer y escribir son formas accesibles de la felicidad.

                                                                  Jorge Luis Borges

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