miércoles, 8 de mayo de 2013

Un diccionario intemporal



Hay escritores con los que uno se encuentra en un momento determinado de su vida y producen tal efecto que se quedan para siempre ahí, en un rincón de la memoria, discretamente, sin hacer ruido. Pasan los años y el recuerdo de aquel primer encuentro permanece indeleble. En mi caso, Slawomir Mrozek (Borzeçin, Polonia, 1930) es uno de esos escritores. 
Eran mis años de Universidad, hacia mediados de la década de los setenta del pasado siglo. Yo andaba enredado en aventuras y proyectos teatrales y mis dos fuentes fundamentales de lectura eran "Primer Acto", la revista irrepetible que dirigía José Monleón, y aquella especie de milagro editorial que fue la Colección Teatro de Ediciones Alfil, después Escélicer, que llegó a publicar cerca de ochocientos textos dramáticos. En "Primer Acto" leí Striptease y En alta mar; Tango y Feliz acontecimiento, en la Colección Teatro. Y en el Teatro Alfil, de Madrid, asistí a la representación de Emigrantes, con una interpretación memorable de José María Rodero y Agustín González.
Intenté leer otras obras de aquel peculiar dramaturgo polaco que combinaba magistralmente imaginación y sentido del humor y a quien la crítica relacionó enseguida con el teatro del absurdo; pero no pude: no estaban traducidas al español. Después, bastante tiempo después, supe que, además de dramaturgo, Mrozek es un excelente narrador, como lo prueban los títulos que Acantilado viene publicando desde 2001, entre los que destacan Juegos de azar, La vida difícil, El elefante  o La vida para principiantes, este diccionario intemporal compuesto por 39 relatos breves que remiten a otros tantos conceptos (desde ambición a verdad, pasando por democracia, mujeres o revolución) y cuya lectura no deben perderse si quieren pasar un buen rato leyendo (y pensando).
Aunque él asegura que nunca ha tratado de ser divertido, Mrozek -según Marcel Reich-Ranizki- "es un humorista y por eso se toma las cosas en serio. Es un autor satírico y por eso se ríe del mundo, porque quiere mejorarlo. Es un hombre que cultiva el absurdo y pone de manifiesto los contrasentidos, porque quiere provocar a la razón".
Lo dicho: no se lo pierdan.
                                                                           Julián

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