Al parecer todo comenzó en Nueva York, en 1977, con Pictures, una exposición promovida por el crítico de arte Douglas Crimp y en la que participaron Troy Brauntuch, Robert Longo, Sherrie Levine y Cindy Sherma. Climp les propuso a los artistas que, en lugar de presentar sus propias obras, trabajaran con obras ajenas, desplazándolas de su contexto y confiriéndole otro significado y sentido diferente al original. Así nació el appropiation-art y el apropiacionismo, esto es, la utilización consciente de obras ajenas para producir una obra nueva que se publica y se firma (© incluido) como propia.
Sherrie Levine / After Walker Evans |
Los más exigentes explorarán esta caracterización de Juan Martín Prada: “Como estrategia de lenguaje el apropiacionismo crítico se sitúa en uno de los parámetros de lo postmoderno, ya que supone una radicalización de los recursos de la cita, la alusión o el plagio que caracterizan la práctica artística postmoderna; como estrategia crítica implica una actitud de revisión, de relectura de lo dado…”. Lo sustantivamente postmoderno, según Martín Prada, es que “la práctica de apropiación niega el carácter valioso y subversivo de conceptos como ‘originalidad’, ‘autenticidad’, ‘expresión’, ’liberación’ o ‘emancipación’…”.
Todo esto viene a cuento de la polémica que se ha suscitado por la retirada de las librerías de El Hacedor (de Borges) Remake, de Agustín Fernández Mallo, a instancias de María Kodama, y la reacción que se ha producido en eso que se llama el mundo de la cultura.
Mientras esperamos a que se pronuncie sobre este asunto Vicente Luis Mora, uno de los críticos más solventes en esta materia, les invito a que lean la carta de protesta. No se la pierdan.
Julián
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