domingo, 23 de octubre de 2011

El grado Xerox de la cultura

Manolo Millares


Han querido convertirlo en un affaire y se ha quedado en mera anécdota. Quizá porque Fernández Mallo se ha olvidado de que lo que no es imitación (sic) es plagio, María Kodama se ha olvidado de que Borges se enorgullecía de los libros que había leído, y los editores de Alfaguara se han olvidado de que este símbolo © se usa para indicar que un texto está sujeto al derecho de autor. ¿Ha sido un brote de amnesia, un episodio de impericia profesional o simplemente una cuestión de marketing? No lo sé; y la verdad es que no me importa demasiado resolver esta incógnita.
Lo que sí me importa es que Julián se enfrasque en este asunto y lo haga con ese tono de neutralidad equidistante que emplea en su “Apropiacionismo(s)”. ¿A qué viene esa incursión historicista, ese gesto postmoderno que legitima un discurso por el simple hecho de serlo? Sólo te ha faltado, Julián, recurrir a la cacareada muerte del autor que proclamaron Barthes y compañía. Lo que no les impidió, por cierto, a ninguno de ellos firmar sus escritos y presentar puntualmente la liquidación correspondiente por sus derechos.
Revisión, relectura, reescritura… ¡Bobadas! Como no se te ocurre nada te arrimas al sol que más calienta;  te pones bajo el amparo de un nombre suficientemente acreditado y a ver qué sale. Y a lo que sale se le pone un © de otra manera porque ya es propio y no ajeno. Y si además esgrimes una postpoética, el negocio es redondo. ¿O no?
A mí no me cae mal Fernández Mallo; al contrario, valoro su empeño en articular un discurso en el que quepa una idea propia, personal, entre esta cita, aquella paráfrasis y esa glosa que conjuran la presencia del otro. Lo mismo me ocurre con Calixto Bieito: algún día montará un gran espectáculo sin necesidad de escudarse en nombres tan evidentes como Shakespeare, por ejemplo.
Claro que a lo mejor a ellos no les interesa para nada ese giro (¿nostálgico?) hacia lo original y lo auténtico. Y resulta que se sienten tan a gusto en ese estar-después-de, que les procura la plena disponibilidad del pasado y que les permite ejercer la función/autor en un mercado en el que –como dice Baudrillard– la desaparición de la lógica de la producción de valores estéticos es proporcionalmente inversa a la producción de cultura.
Por cierto, ¿no fue el propio Baudrillard quien acuñó aquello del grado Xérox de la cultura: una inmensa empresa de reproducción museográfica de la realidad, de inventario estético, de resimulación y reproducción estética de todas las formas que nos rodean…? En fin.

                                                                  Darío

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