Cesare Pavese
Suponga que yo estoy escondido de antemano en
el closet
y que usted (tantas cosas que tiene en la
cabeza)
no lo nota.
Se acuesta,
toma las dieciséis píldoras del frasco,
hace las últimas llamadas: inútiles,
medita sobre las derrotas, las guerras, Turín
(cruda en invierno).
Suponga que usted deja
las gafas en la mesita de noche
y que luego escribe algo en su cuaderno
(letra rápida, pequeña).
Ahora imagine que yo salgo.
Que impido su suicidio.
Cinco, dos, veinticuatro veces
(como en el cine).
Suponga que usted no muere
suponga que nos damos las manos
y que cometemos pequeñas historias, aventuras
habladas
donde las mujeres aman desesperadamente a los
poetas
y no hay estar solos, ni desastres, ni trenes
aplastados.
Pero no.
Yo estoy en mi cuarto y usted está en el suyo.
Yo no trato de impedir nada
y usted se toma las pastillas.
Yo dejo su libro en la mesita de noche y trato
en vano de dormirme
y viene la muerte y tiene sus ojos.
Luis Rogelio
Nogueras: Cabeza de zanahoria (1967)
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