Primera
medida precautoria del escritor: observar en cada texto, en cada pasaje, en
cada párrafo si el motivo central aparece suficientemente claro.
Una de
las técnicas del escritor es saber renunciar incluso a ideas fecundas cuando la
construcción lo requiere.
Ninguna
corrección es tan pequeña o baladí como para no realizarla.
Nada
debe tenerse por valioso por el mero hecho de estar ahí escrito sobre el papel.
Es un
deber eliminar las dificultades.
El
escritor no puede aceptar la distinción entre expresión bella y expresión
exacta. Si consigue decir lo que piensa, en ello hay ya belleza.
Quien
con el pretexto de estar absorto en el tema renuncia a la pureza de la
expresión, lo que hace es traicionarlo.
Quien
ya no tiene ninguna patria halla en el escribir su lugar de residencia.
T. W. Adorno
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