El 31
de mayo de 2003, Jurgen Habermas y Jacques Derrida -dos de los escritores,
filósofos e intelectuales más conocidos de Europa- publicaron un artículo en el
Frankfurter Allgemeine Zeitung,
titulado "Nuestra renovación. Después de la guerra: el
renacimiento de Europa", en el que señalaban que la
nueva y peligrosa opción de Estados Unidos constituía una urgente llamada de
atención para Europa: una ocasión para que los europeos repensaran su identidad
común, recurrieran a los valores ilustrados que compartían y adoptaran una
posición característicamente europea en el panorama internacional.
La
aparición del texto tenía que coincidir con la aparición en toda Europa
occidental de artículos similares redactados por figuras públicas de igual
renombre: Umberto Eco en LaRepubblica,
su colega italiano el filósofo Gianni Vattimo en La Stampa, el presidente suizo de la Academia Alemana de Letras,
Adolfo Muschg, en el Neue Zürcher Zeitung,
el filósofo español Fernando Savater en El País, y un solo estadounidense, el
también filósofo Richard Rorty, en el Süddeutsche
Zeitung. Prácticamente en cualquier otro momento del siglo anterior una
iniciativa intelectual de esta envergadura, en periódicos tan importantes y con
personajes de tanta categoría, habría supuesto un acontecimiento público
trascendental: un manifiesto y una convocatoria de lucha que habrían agitado
las aguas de la comunidad política y cultural.
Pero la
iniciativa de Habermas y Derrida, aunque articulaba sentimientos compartidos
por muchos europeos, pasó prácticamente desapercibida. No tuvo cobertura
informativa ni tampoco fue citada por sus simpatizantes. Nadie pidió a sus
autores que tomaran la pluma y dirigieran la marcha [...] Cien años después del
caso Dreyfus, cincuenta años después
de la apoteosis de Jean-Paul Sartre, los principales intelectuales de Europa
habían hecho una petición y nadie había acudido.
Tony Judt: Postguerra, págs. 1122-1123
No hay comentarios:
Publicar un comentario