sábado, 14 de septiembre de 2013

Julián


- Si escribir poemas y publicarlos lo convierten a uno en poeta, sí: yo fui poeta.
- Hablas en pasado...
- Naturalmente: porque aquello es pasado.
- ¿Aquello?
- Sí. Me refiero al juego social de ser poeta. Yo lo abandoné muy pronto, antes de cumplir los treinta.
- Dejaste de escribir poesía...
El Lissitzky: Neuer / New Man
- No, no. Nunca dejé de escribir poemas. Abandoné la idea de escribir un libro de poesía y, como te he dicho, renuncié a ejercer como poeta. Desde entonces, desde que tomé aquella decisión, sólo escribo, de vez en cuando, poemas. Y sigo leyendo poesía, claro. La poesía es mi manera de estar solo.
- Te convertiste en un poeta marginal...
- ¿Marginal? ¡En absoluto! Me convertí en lo que soy hoy: un poeta (justamente) olvidado.
- ¿Justamente? No te entiendo...
- Yo sí. Digamos que no me quejo ni me lamento. Al contrario, la poesía me procuró amigos, conocimientos y experiencias que han sido importantísimos en mi vida. Si acaso, soy yo quien no ha estado a su altura.
Antonio nos trae los dos cafés que le habíamos pedido, una botella de brandy y dos copas. Esto corre por mi cuenta; él sabe por qué -dice, señalando a Julián-. Que te lo cuente.
Si quieres, puedes sentarte con nosotros -le digo. De ninguna manera -me responde­-: venga, vosotros a lo vuestro.
- ¿Cuál es el misterio del brandy, Julián?
- ¿Misterio? Ninguno. Es una vieja historia sin ningún interés. Allá por los setenta, en los años que viví en Madrid, me acostumbré a beber brandy; frecuentemente lo bebía con hielo. Y eso llamaba la atención a mis amigos y camaradas... En fin, una tontería...
- ¿Fue en aquellos años cuando ejerciste como poeta?
- Sí; discreta, lacónicamente, como decía Miguel Romero Esteo, pero sí, fue en aquellos años. Conocí a algunos compañeros de estudios que también escribían (José Luis Ruiz Olivares, Ezequiel Pérez Dorado, Rafa Cabrera, Luis Martínez de Merlo, Esteban Díaz...). Compartí con ellos, especialmente con José Luis, lecturas, conferencias, presentaciones de libros, y también cine, teatro... ¿Se te apetece un poco de brandy?
Aleksandr Rodchenko, Spatial Construction n. 12
Mientras bebemos el excelente brandy que Antonio nos ha ofrecido, me cuenta Julián algunas experiencias y anécdotas de aquellos años. Me habla de su breve y también discreta militancia en el MCE, un pequeño partido marxista revolucionario surgido de una escisión de ETA. Lo normal en aquella situación -dice-: reuniones de adoctrinamiento para la praxis revolucionaria, repartir panfletos en la Facultad (una vez fui a una fábrica), distribuir Servir al Pueblo, el periódico del partido, participar en las manifestaciones... La verdad es que aquello -prosigue Julián- resultaba muy excitante. Especialmente las manifestaciones.
- ¿Sientes algún tipo de nostalgia de aquel tiempo?
- ¡En absoluto! Aquel fue un tiempo lamentablemente gris. Y aquella, una sociedad tristemente silenciada, neutralizada, fagocitada por la dictadura. A mí me hubiera gustado vivir en otro lugar, más al norte, como escribió Espriu: "donde dicen que la gente es limpia, / y noble, culta, rica, libre, / despierta y feliz", cita de memoria Julián. Pero no seamos injustos, añade: en aquella sociedad y en aquel tiempo hubo gente admirable que no se arrugó nunca  y siempre supo estar a la altura de las circunstancias.
Seguimos hablando de la lucha antifranquista, del fracaso de la izquierda comunista, que no supo articular una candidatura unitaria en las elecciones del 77 ni en las del 79; de la controvertida Transición, del cambio que finalmente no llegó... Y hablamos también de aquella eclosión de compromiso, creatividad y diversión que fue el Teatro Independiente...
Kazimir Malevich: Suprematist Composition
- ¿Quieres un poco más de brandy? Julián lo sirve sin esperar mi respuesta y añade: en el pasado la vida parece más brillante, no porque las cosas fueran mejor sino porque entonces éramos jóvenes. quien evoca el pasado como un tiempo feliz es porque ha arrancado de la memoria los recuerdos ingratos. La nostalgia es el recuerdo del que han olvidado el dolor.
Refiere Julián también las aventuras nocturnas en los bares de Altamirano y Moncloa. En La Vaquería de la calle Libertad (“Pasen y vean, pasen y beban”/ “Pintura, music & poesía”) donde recalaba la fauna más variopinta del Madrid de mediados de los setenta. Le pusieron una bomba los cabrones de la ultraderecha, recuerda Julián. Y recuerda también "El Armadillo", "La Vía láctea" y los comienzos de Malasaña...
Un día, a finales de los setenta -me cuenta Julián- leí en El País una oferta de trabajo para jóvenes universitarios con conocimiento de idiomas. Con el francés que aprendí en el Instituto, el catalán, el italiano y el inglés, que rebañé leyendo a poetas de esas lenguas, y un poco de cara, me presenté y me ofrecieron un contrato. El trabajo y el sueldo eran tan atractivos que acepté. Llevo más de treinta años trabajando en la empresa. Pero, bueno, esa -como diría Antonio- es otra historia.

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