domingo, 18 de noviembre de 2012

Antología parcial / 68





Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna
como a la casa de la infancia, a algunos
días, rostros, sucesos que supieron
recorrer el camino de nuestro corazón.
Vuelven de nuevo los cansados pasos
cada vez más sencillos y más lentos,
al mismo día, el mismo amigo, el mismo
viejo sol. Y queremos contar la maravilla
ciega para los otros, a nuestros ojos clara,
en donde la memoria ha detenido
como un pintor, un gesto de la mano,
una sonrisa, un modo breve de saludar.
Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable,
los ojos no comprenden, la mano ya no toca
el alimento innombrable, lo real.

Fina García Marruz: Visitaciones (1970)


jueves, 15 de noviembre de 2012

A la altura de los tiempos



El panorama político-cultural de comienzos del siglo XXI está marcado, según Raffaele Simone, por una doble constatación. De un lado, la profunda crisis de la izquierda en sus distintas formas; de otro, la exultante aparición de una derecha globalizada y mediática que quiere parecer moderna y vital, que promete felicidad y bienestar para todos, aunque en realidad tiene unos intereses y unas miras totalmente distintos. Es la Neoderecha, el rostro sonriente del capitalismo voraz y planetario, de este nuevo despotismo que degradará a los hombres sin atormentarlos: el Monstruo Amable, "el semblante metamórfico que ha asumido el Leviatán en la era global".

Si la Neoderecha avanza mientras que la izquierda está pasando apuros -escribe Simone- no es sólo por razones políticas. Este fenómeno tiene que ver con la cultura de la modernidad entendida como sistema económico-ideológico total. Yo estoy convencido -añade- de que la Neoderecha está imponiéndose porque puede contar con un paradigma de cultura extraordinariamente atractivo y afable, envolvente y difundido, que le va a garantizar durante una buena temporada la primacía no solo en los Parlamentos y en los puestos de mando, sino sobre todo en los usos y costumbres de la gente, es decir, en la vida de todos y cada uno de nosotros. El monstruo amable (Taurus, 2012) es un intento, exigente y radical, de analizar los rasgos esenciales de este paradigma.
Promesas incumplidas
El punto de partida es "el análisis de un hecho objetivo que está a la vista de todo el mundo: desde hace tiempo, en Occidente, la izquierda en sus distintas formas está en retroceso, y en todas partes sus principios fundamentales son objeto de ataque o están en declive". Al descrédito de la experiencia histórica del comunismo soviético y al devenir contradictorio y en ocasiones claudicante de la socialdemocracia, se une actualmente la incapacidad para ofrecer alternativas al consumismo febril y para ofrecer respuestas a la crisis económica.

Juan Genovés: Pistas
A ello hay que añadir -según el autor- tres grandes cambios que en las últimas décadas del siglo XX han debilitado fatalmente a la izquierda y sus fundamentos: la disolución de la clase obrera como Clase General, la transformación antropológica y económica de sus simpatizantes y la desaparición de los jóvenes de la esfera política.
La izquierda ha fracasado, dice Simone, porque no ha logrado materializar plenamente sus grandes objetivos, ni ha conseguido que sus ideales arraiguen en la mentalidad colectiva. De este fracaso se salvan la idea de bienestar social, la enseñanza obligatoria, la salvaguardia del trabajador y del trabajo, y la idea de derechos civiles.
Pero la lista de lo que no se ha logrado es mucho más larga. Vean: "no se ha producido una elevación estable del nivel medio de instrucción y de cultura, ni el desarrollo pleno de la ciencia y la investigación, ni la revalorización de las energías creativas de los intelectuales y los artistas, ni la difusión generalizada de una mentalidad mínimamente racional y laica, ni la creación de una conciencia cívica solidaria y de un espíritu de paz colectivo; ni tampoco ha tenido éxito, salvo de forma fragmentaria, la acción de lucha contra la pobreza y contra la explotación de los trabajadores, ni la armonización de las diferencias sociales, ni la plena paridad entre hombre y mujer, ni la tendencia a ayudar a los más débiles con medidas de solidaridad y de redistribución de la riqueza, ni la actitud de respeto al medio ambiente y a la naturaleza, ni la creación de nuevas formas de producción y la reducción del impacto medioambiental de los procesos productivos; en todo el mundo, el sindicalismo, que nació como instrumento de defensa de los trabajadores, se convirtió rápidamente en un granítico más interesado en perpetuarse a sí mismo que a defender los intereses de los más débiles..."

Juan Genovés: Trayectos

A la altura de los tiempos
Sin embargo, el final del socialismo como paradigma doctrinal histórico -apostilla Simone- no ha extinguido los ideales de izquierda. "Puede que el socialismo se haya acabado pero la izquierda no. Entre mucha gente sigue viva la idea de que se puede conseguir combinar un grado limitado de desigualdad con bienestar, solidaridad, instrucción y libertad, de que es factible traducir razonablemente las metas del socialismo en una versión moderna". 
Claro que para ello hay que formular nuevas preguntas y ensayar nuevas respuestas. Por ejemplo: "¿Cómo es posible pretender que una multitud distraída por el deseo de consumir, desviada por continuas sacudidas en su capacidad de distinguir entre lo real y lo ficticio, solicitada por móviles egocéntricos y vagamente prepotentes, atascada en imaginaciones de futuro, pueda concentrarse de verdad en algo que se parezca a los 'ideales de izquierda'?".
Y concluye: "A las fuerzas de la izquierda les toca ahora, a comienzos del siglo XXI, una tarea descomunal: siendo conscientes del horizonte de la globalización, han de esforzarse por buscar sin tregua nuevos contenidos que estén a la altura de los tiempos, que sean capaces de llenar de formas modernas el envoltorio ya casi vacío en el que todavía se lee «Izquierda». En suma, deberían inventar constantemente nuevos y buenos motivos para estar (y permanecer) en la izquierda".
                                                                           Carlota

lunes, 12 de noviembre de 2012

14 de noviembre



Lo dicen en la tele y en la radio
lo difunde internet, lo publica la prensa.
Mi vecino el del quinto me lo ha dicho
bajando la escalera.
La gente por la calle, viajando en autobús
en el tajo, en la escuela
como una sola voz todos repiten
la misma cantinela:
Pon en hora el reloj
toma nota en la agenda:
14 de noviembre
¡todo el mundo a la huelga!

                                       rarodeluna
  

sábado, 10 de noviembre de 2012

El presente estacionario



En los años de la globalización se fueron descalificando todas las expectativas de futuro (utópico o no) que todavía seguían circulando; la única promesa fue una profundización del cambio tecnológico. Pretextando el fin de la utopía y de las ideologías se renunció a buscar soluciones que extendieran a todos los beneficios del progreso. Se clausuró deliberadamente el camino del progreso social, para excluir a sectores enteros en una suerte de ajuste demográfico. El futuro era para pocos. 
August Macke: El equilibrista
El cambio tecnológico es el nuevo motor de la competitividad. No hay nada más viejo que el software del año pasado ni nada más obsoleto que un desocupado. El futuro promete más de lo mismo, con creciente aceleración, concentración e intensificación del poder. La visión de la historia que está implícita es cíclica: está marcada por los ciclos económicos y las fluctuaciones del mercado, pero no va muy lejos en sus proyecciones.
El discurso único desacredita la utopía, precisamente para que nadie interfiera en la construcción de su propia utopía global. Fragmenta la historia, desacreditando los grandes relatos para reemplazarlos por “historias” construidas a la medida de las etnias y de los factores de poder. Alienta el pensamiento débil, el minimalismo y la armonía interior.
Se acostumbra hacer la historia de todas las cosas con intención arqueológica y nostálgica, coincidiendo con la proclamación del fin del progreso, de las artes y hasta de las ciencias.
La posmodernidad carga pues con una contradicción entre su manera de comprender a la naturaleza y su falta de visión de la historia.
El modelo cosmológico dominante es evolutivo; tiene una definida flecha temporal, que parece apuntar por lo menos a la complejidad. Hay quien se atreve a pensar en los próximos diez mil años (Adrian Berry) o en el fin del universo (Frank Tipler).
René Magritte: El maestro de escuela
Mientras tanto, el modelo histórico parece ser decididamente estacionario. Excluye cualquier progreso que no sea la concentración del poder, la virtualización de las relaciones humanas y alguna solución final para los excluidos.
En un Cosmos progresivo, que evoluciona, la sociedad no tiene futuro. En lugar de superar el fracaso utópico y la ingenuidad del progreso lineal, se renuncia a pensar que la sociedad pueda llegar a ser más justa. Aquí hay algo que no cierra.
Los sociólogos suelen apelar al llamado Teorema de Thomas, según el cual las situaciones que se definen como reales (aunque sean imaginarias) acaban por producir consecuencias reales. Si acabamos de convencernos de que es imposible ya no alcanzar la utopía sino apenas construir una sociedad mejor, acabaremos por tener el mundo que nos merezcamos.
                                                                  Pablo Capanna