lunes, 22 de octubre de 2012

Capitalismo de ficción




Hace cuatro años, casi por estas mismas fechas, el entonces presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aseguraba en el Congreso de los Diputados que la economía española ni pasaba por una crisis ni se encontraba en recesión, sino en una situación de "estancamiento". Reconocía que le habían fallado las previsiones y que 2008 estaba siendo "un año malo", que estábamos pasando "una etapa dura y complicada", y terminaba anunciando que en 2009 empezaría la recuperación.

Lamentablemente y como todo el mundo sabe, las previsiones le fallaron de nuevo a Zapatero y no se cumplieron aquellos augurios. Al contrario, la economía fue empeorando cada vez más hasta llegar a  la gravísima situación en la que nos encontramos actualmente. Algo que ya barruntaba Vicente Verdú en El capitalismo funeral, publicado en 2009, que yo he leído este fin de semana y que no sé si leería el entonces presidente del gobierno.
Un fin de época
De haberlo hecho, se habría enterado de que, según Verdú, la "gran crisis" en la que nos encontramos inmersos es mucho más que un fenómeno cíclico consustancial al capitalismo, mucho más que un grave problema económico: la gran convulsión en que nos hallamos "posee el carácter de un fin de época".
Diariamente, nos despertamos -escribe Verdú- y el mundo aparece enredado con la inminente posibilidad de algo peor. Lo temible se ha hecho real. La economía contemporánea parece haberse convertido en un espectáculo autónomo y liberado de razón. Las instituciones, moribundas casi todas, han perdido gran  parte de su valor y su sentido en la consideración de los ciudadanos. La corrupción afecta a todos los ámbitos y sectores de la sociedad. Añádase a ello la proclamada pérdida de valores, el incremento de la desigualdad, el fracaso de la escuela o de la justicia, el hiperindividualismo, el hiperconsumismo... Vivimos en un mundo en el que los riesgos se han globalizado y la globalización se manifiesta carente de control global. Además, dice el autor, la crisis no es sólo la crisis, sino todo aquello que se cree, se habla o se teme sobre la crisis. De ahí, el malestar social y cultural, la sensación de catástrofe, de estar viviendo el ingreso en una era desafortunada.

George Tooker: El subterráneo
 
Como ven, el panorama no puede ser más sombrío. Semeja un campo de batalla donde todo es muerte y desolación, y en el que no parece que haya lugar para la esperanza. De hecho, en el subtítulo equipara la crisis con la Tercera Guerra Mundial. 
Capitalismo de ficción
La volatilización del dinero, el comportamiento incestuoso del capital, el tratamiento y gestión de la basura o la muerte del automóvil son algunas de las imágenes que Vicente Verdú rescata de ese campo de batalla. De fondo, la última mutación del sistema capitalista, el "capitalismo de ficción", que "en lugar de atenerse a producir objetos, se empeña en favorecer la producción de experiencia, realidades de segundo orden que incrementan la posibilidad de vivir y vivirse más". Un capitalismo -añade Verdú- en el que "lo real es doblado por lo virtual, la posesión por la potencialidad de la posesión y la riqueza por la capacidad de endeudamiento". Se trata, en fin, de esclarecer los motivos de la crisis y de mostrar cómo "el capitalismo metamorfoseado en naturaleza global no admite otra cosa que su pervivencia o el caos".

George Tooker: Edificio gubernamental
La revolución horizontal
Al final, algunos resquicios dejan entrar un poco de luz. "La revolución horizontal", las nuevas formas de organización y movilización social, la comunicación y la cooperación a través de la red, las web sociales "permiten vislumbrar el nacimiento de otra época humana", apunta Verdú, para quien "otro mundo debe ser posible puesto que de éste hemos llegado a estar hartos".
Escrito desde la inmediatez y la urgencia que impone el análisis del presente, en un tono vehemente que en ocasiones puede resultar apocalíptico, y con el estilo vivísimo característico del autor, El capitalismo funeral no es un estudio formal en el que se ofrezca una visión articulada de la crisis actual. En este ensayo, "escrito por el gusto de pensar esta época y el disfrute de escribir en sí" según el propio autor, el lector encontrará más intuiciones que datos, más metáforas que argumentos, más emoción que objetividad. "Viene a ser lo contrario de la especialidad, la profesión y el rigor", dice en el prólogo Vicente Verdú. Algo así como una especie de desahogo.

                                                                           Darío

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