Adiós a la infancia
Se
llamaba Graciela y era en el colegio el patio abierto y la mañana azul. Era su
cuerpo un durazno en sazón y en las noches una rama de estrellas. Yo tenía doce
años, Graciela tal vez también. Volaban los pájaros desde el sur para visitarla
en el patio del colegio y sobrevolaban luego los parques y jardines de San
Ángel para acompañarla a la hora de la salida. Bajaba del eucalipto oloroso una
racha de pájaros. Graciela, doce años, rama de estrellas, durazno en sazón,
racha de pájaros en su levísima falda.
Marco Antonio Campos: Ningún sitio que sea mío (2010)
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