Carlos
Fuentes
El efecto de Rayuela
cuando apareció en 1963, en el mundo de lengua española, fue sísmico. Removió
Hasta los cimientos las convicciones o prejuicios que escritores y lectores
teníamos sobre los medios y los fines del arte de narrar y extendió las
fronteras del género hasta límites impensables.
Gracias a Rayuela
aprendimos que escribir era una manera genial de divertirse, que era posible
explorar los secretos del mundo y del lenguaje pasándola muy bien, y, que
jugando, se podía sondear misteriosos estratos de la vida vedados al
conocimiento racional, a la inteligencia lógica, simas de la experiencia a las
que nadie puede asomarse sin riesgos graves, como la muerte y la locura. En Rayuela
razón y sinrazón, sueño y vigilia, objetividad y subjetividad, historia y
fantasía perdían su condición excluyente, sus fronteras se eclipsaban, dejaban
de ser antinomias para confundirse en una sola realidad, por la que ciertos
seres privilegiados, como la Maga y Oliveira, y los célebres piantados
de sus futuros libros, podían discurrir libremente.
Mario
Vargas Llosa
Lo que más me gusta
es, digamos, lo que tiene Kafka: la posibilidad de partir de un hecho sencillo
y cotidiano, aparentemente sin importancia, de desarrollar un relato en el que
cada palabra va retorciendo esa aparente normalidad para, poquito a poco,
llegar a una situación totalmente imprevisible. Kafka no leyó a Cortázar, pero
si hubiera la posibilidad de que lo leyera diríamos que son espíritus
afines.
Rayuela
es una gran novela que no sabemos nunca dónde está, una vez que se puede
organizar de todas las formas posibles e imaginarias. La novela normal es fija,
inmóvil, no se mueve, pero Rayuela no.
Rayuela nunca está. Siempre se está
moviendo. Incluso si el lector hace una sola lectura de Rayuela, se quedará con
la imagen de una novela inmóvil, pero porque ese lector ha sorprendido la
novela en un momento en que ésta se encuentra inmóvil. Sin embargo, en la
lectura siguiente se moverá.
José
Saramago
Horacio
Oliveira es un hombre que está poniendo en tela de juicio todo lo que ve, todo
lo que escucha, todo lo que lee, todo lo que recibe, porque le parece que no
tiene por qué aceptar ideas recibidas, estructuras codificadas, sin primero
pasarlas por su propia manera de ver el mundo, y, entonces, aceptarlas o
rechazarlas.
La intención
de Rayuela es eliminar toda pasividad
en la lectura, en la medida que ello sea posible, y colocar al lector en una
situación de intervención continua, página a página o capítulo a capítulo.
Julio
Cortázar
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