jueves, 10 de febrero de 2011

Las cuatro estaciones / 4



No sé si estarán ustedes de acuerdo conmigo: las palabras no siempre son lo que parecen. Eso es algo que ocurre especialmente con aquellas que nos merecen mayor respeto, ya sea por admiración, por interés, por simpatía o por temor. Esas palabras no suenan igual en boca de una u otra persona. Ni son las mismas en todas las circunstancias. Y sospecho que a veces con el paso del tiempo algunas de esas palabras adquieren ciertas tonalidades que no nos resultan familiares y que tal vez por ello acabamos desconfiando de ellas. Claro que hay quien piensa que de todo esto no son responsables las palabras sino nosotros mismos.

Victoria Hazou - AP

Movilizaciones
Esta fue la palabra más repetida en el encuentro del último fin de semana en Laramie: movilizaciones. Y en torno a ella –porque las palabras siempre van acompañadas– un conjunto de dispares referencias geográficas: Túnez, Egipto, Londres, Berlín, Madrid…, acompañadas en unos casos de términos plausibles y en otros de premoniciones inquietantes.
Exultante, rarodeluna se presentó con un completísimo dossier de prensa alternativa dando cuenta de la movilizaciones populares en Túnez y Egipto, que han acabado con el tópico de la resignación árabe, según Juan Goytisolo. Al dossier lo acompañaba un dvd donde había grabado diversos testimonios sobre la crisis o la revuelta en Egipto, según las fuentes.
Carlota y Marta compartían el entusiasmo de rarodeluna. Teresa y Julián, algo más comedidos, se mostraron también alegres, mientras que Antonio y Claudio prefirieron quedarse al amparo de su discreto y equidistante escepticismo. Darío, en una de sus habituales mutaciones, decidió convertirse en abogado del diablo y se mantuvo toda la velada recalcitrante y obsesivo repitiendo una y otra vez la misma idea: ya me contaréis cuando después de estas fiestas se hagan con el poder los Hermanos Musulmanes e instauren en todo el Magreb la sharia, la ley islámica. ¿Que exagero? Ya me contaréis, ya…
Según Darío, estas revueltas son muy bien recibidas en los cenáculos izquierdistas de occidente porque alimentan la nostalgia y reparan el fracaso de unos revolucionarios de salón con cátedra incluida que de ese modo no necesitan dar cuenta de su propio fracaso. Desde el 68 –enfatizó Darío– la izquierda europea no ha hecho otra cosa que replegarse, contabilizar pérdidas, reconocer decepciones y derrotas, alimentar la melancolía. Aquí se le llamó desencanto, apostilló lacónicamente Julián. 
Juan Carlos Tomasi
 En los setenta –continuó Darío, que había cogido carrerilla– más de un sesentayochista entonó su particular palinodia y se prestó al desmontaje del discurso ilustrado y de la razón revolucionaria. La Thatcher y Reagan, con toda aquella camarilla neoconservadora a la que se sumaron antiguos izquierdistas, contribuyeron decidida y eficazmente a aquel desguace. Y así hasta hoy… La izquierda en Europa sigue retraída, acomplejada, como huyendo de su propia sombra. Por eso, cuando algo se mueve, salta como un resorte, revive emociones de antaño y aplaude, aplaude, aplaude sin pensar en lo que realmente está ocurriendo.
¿Y qué es, según tú, lo que está ocurriendo?, le pregunta Marta, contrariada con el alegato de Darío. No lo sé, le responde. Pero presiento que lo que está ocurriendo es demasiado complejo como para quedarse con la imagen estilizada de un levantamiento popular. Lo que pasa –interviene rarodeluna– es que a ti no te gustan en absoluto las movilizaciones populares. Tal vez porque no aceptas la posibilidad de que el pueblo, la gente, gestione por sí misma su propia revolución… ¡Venga ya, Wormold, no te pongas estupendo! –le dice Darío a rarodeluna, a quien en ocasiones llama Wormold por motivos que explicaré en otro momento– ¿No te das cuenta de que ese es problema? Mientras unos andan todavía cultivando la nostalgia y reproduciendo frases hechas, otros siguen permanentemente movilizados. Ahí tienes a la ultraderecha saliendo a las calles en Londres y en Madrid, a Cameron y a Merkel promoviendo una revisión del multiculturalismo, y no digamos los curas católicos… ¡Espabila, Wormold!
Y debimos espabilar todos porque a partir de ese momento intervinimos quienes estábamos como espectadores y no paramos de hablar sobre el asunto hasta que Antonio nos interrumpió: la cena está lista. 
Antes de entrar en el comedor recogí las propuestas que había en cada una de las cuatro esquinas. Me quedo con el último Suelto de Pedro, que va también de movilizaciones, en este caso en defensa de las Bibliotecas Públicas en Reino Unido; con un libro que Antonio ha dejado sobre la mesa sin comentario alguno, poco antes de que concluyera el debate: Para una izquierda lacaniana, de Jorge Alemán, publicado en Buenos Aires por Grama; con el catálogo de Testigos del olvido que nos ha traído Teresa, y la dirección de Bazar Caótico, que nos ha enviado Julián.
Aparte, les dejo un poema que rarodeluna dedica a las movilizaciones en el Magreb y las dos citas que Claudio ha escogido para esta ocasión. 

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