jueves, 29 de agosto de 2013

Teresa



Henri Matisse: Icarus
"Lo raro entre la gente de mi edad es que tenemos la propensión mítica o legendaria poco desarrollada. Quizá porque el sueño, o el señuelo, de la revolución nos llegó ya muy desactivado o cuando prácticamente todo había acabado. Ni siquiera nos adorna una derrota de bulto o la decencia de haber creído alguna vez en algo grande y verdadero. En una democracia sin barullo utópico, hemos cumplido la ruta de apacibles burgueses reformistas, votantes de izquierda con la conciencia tranquila, solidarios de cuenta corriente y manifestación invariablemente lúdica. No tenemos causas perdidas ni paraísos robados. Somos los primeros demócratas de toda la vida en España y no sé si eso imprime carácter o lo quita, pero en todo caso a mí me hace bastante incrédulo ante las fiebres revolucionarias que nublaron la vista, hace ya más de muchos años, a escritores que son muy ejemplares"
- ¿Qué te parece, Teresa? ¿Te reconoces en este autorretrato generacional?
- No sé... ¿Quién lo ha escrito?
- Jordi Gracia
- ¿Jordi Gracia...?
- Sí, el de El intelectual melancólico.
- ¡Ah!, vale; ya recuerdo. ¿Me dejas un momento la nota que has leído?
- Claro. Aquí la tienes. Mientras, yo sirvo el café. Y prueba estas chocolatinas que nos ha puesto Antonio; son deliciosas.
- La verdad -me dice Teresa, devolviéndome la nota- es que yo nunca me he planteado eso del perfil generacional. Y no sé a qué generación pertenezco, si es que pertenezco a alguna. En cualquier caso, así, a primera vista, hay algo que no me agrada de este retrato.
- ¿Qué?
- El tono, quizá. No sé si es ironía o arrogancia... Pero hay una cosa que sí me ha llamado la atención y en la que en cierto modo me reconozco. Me refiero a eso de que nosotros, como él dice, la gente de mi edad, llegamos cuando prácticamente todo había acabado. Es cierto. Verás. A mediados de los noventa, me trasladé a Madrid con el firme propósito de convertirme en actriz profesional. Desde mi llegada, hubo algo que me llamó poderosamente la atención: todo el mundo hablaba del pasado reciente con veneración y con nostalgia. Ya sabes, todo aquello de la transición, la movida...
Henri Matisse: Mujer con ánfora
Bueno, pues, al poco de estar allí, una noche tuve un sueño que todavía hoy recuerdo con absoluta nitidez, como si lo hubiera visto en una película. Yo entro en un amplísimo salón donde bastantes personas trajinan limpiando y retirando mesas, apilando sillas, recogiendo en grandes cubos todo tipo de restos y desperdicios, barriendo el suelo, desmontando un escenario, retirando focos... Todo lo hacen con cierta celeridad y con aparente eficiencia. Y en silencio. Eso me llama mucho la atención: nadie habla. De pronto, un hombre elegantemente vestido se dirige a mí y me dice muy amablemente: lo siento, señorita; ya se ha marchado todo el mundo: la fiesta ha terminado. Y, ¡plum!, fundido en negro.
Me desperté con la sensación de que yo no estaba donde estaba, sino después, siempre después de... No sé si me explico.  Es como si ya hubiera sucedido todo, como en la fiesta del sueño... No sé si tiene algo que ver con lo que dice Gracia.
Pero, bueno, yo no me dejé embaucar con aquellas milongas y me dediqué a trabajar. Fueron dos años duros y difíciles, en los que viví un montón de experiencias y aventuras. Todas efímeras. En algunos momentos hasta fui feliz.
No paraba: el gimnasio, las clases de interpretación, los castings... Hice algo de publicidad y algún que otro pequeño papel en funciones en salas alternativas... Un día, esperando turno en un casting, una compañera que conocía de anteriores pruebas me dijo que después tenía una entrevista de trabajo en una nueva compañía aérea que buscaba azafatas. Me invitó a que la acompañara. Lo hice y dos semanas después entré a trabajar en la Compañía. Mi vida dio un giro radical. He volado a los cinco continentes, hasta que me destinaron a los servicios en tierra y... Pero, bueno, ¿por qué te cuento yo todo esto?

Henri Matisse: Baigneuse dans le roseaux
- ¿Quieres más café? ¿O prefieres una copa?
Teresa se me quedó mirando unos segundos y con una sonrisa dijo: vale, una copa.
Y seguimos conversando. Me contó algunas experiencias de aquellos años en Madrid (con la condición de que no las recogiera en esta semblanza). Me habló de su colección de libros de teatro ("una especie en peligro de extinción"), de cómo en sus viajes se inició en la fotografía, de su pasión por la ópera y su debilidad por la canción romántica italiana, especialmente por Ornella Vanoni: "Ho sbagliato tante volte ormai che lo so già / Che oggi quasi certamente / Sto sbagliando su di te..."

No hay comentarios: