En 2007
Naomi Klein publicó La doctrina del shock,
una documentada historia del neoliberalismo contemporáneo desde que en plena
Guerra Fría, allá por los cincuenta, Milton Friedman empieza a difundir su
teoría sobre el libre mercado y pone en marcha un movimiento en torno a la
Escuela de Chicago, hasta nuestros días. Son más de seiscientas páginas en las
que Klein traza una rigurosa y
comprometida descripción de las maquinaciones neoliberales para imponer
programas y políticas cuyo fin no es otro que la demolición del Estado de
Bienestar neutralizando la intervención del Estado en la sociedad y en la
economía.
Hace
unos días me enteré de que Michael
Winterbottom y Mat Whitecross realizaron un documental basado
en el libro de Klein y titulado también La doctrina del shock.
He aprovechado este fin de semana para verlo. Es un excelente trabajo que me ha
hecho volver al libro que leí cuando todavía no teníamos constancia de que nos
encaminábamos hacia no sé cuántos precipicios ni que tendríamos que suplicar (sic) que nos salven del desastre.
He
recuperado las notas que tomé entonces y al leerlas no puedo evitar la
sensación de que hace tres o cuatro años yo debía estar en Babia. Quiero decir
que mi lectura, marcadamente ideológica, se centraba en la perspectiva histórica,
sin aterrizar apenas en el presente ni en la situación en que al parecer se
encontraba la economía española.
Y sin
embargo, después de ver el documental de Winterbottom, tengo la impresión de
que en aquella lectura y en estas notas hay muchas claves que pueden ayudarnos
a entender mejor nuestro presente y, si cabe, a afrontar de otro modo un futuro
que parece clausurado y proscrito.
Toma 1. Neoliberales
Para
Friedman y Cía las fuerzas económicas de la oferta, la demanda, la inflación y
el desempleo son como las fuerzas de la naturaleza, fijas e inmutables. En el
mercado libre coexisten en perfecto equilibrio. Un equilibrio que se rompe, con
consecuencias desastrosas según estos economistas, cuando los políticos
intervienen en esos flujos e intentan controlar el mercado, poniéndole reglas
en lugar de dejar que el propio mercado actúe por sí mismo.
Entre
el conjunto de los órganos de gobierno de un país soberano (el Estado) y el conjunto de operaciones comerciales que afectan a determinados bienes y
servicios (el mercado) los neoliberales eligen siempre y sin dudarlo el
Mercado. Pero no se quedan ahí, en la mera elección. Para la teoría
económica de la Escuela de Chicago, el Estado es un territorio a conquistar, privatizando
activos, bienes y servicios públicos, desde las escuelas a los hospitales,
desde los parques nacionales a la seguridad social, pasando por los
transportes, las autovías o los aeropuertos...
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Milton Friedman |
Toma 2.
Canallas
En 1975
llega a Chile Milton Friedman para entrevistarse con el dictador Pinochet y
reunirse con algunos discípulos suyos que forman parte del equipo económico de
la Junta Militar. Convertido en asesor de Pinochet, Friedman le recomienda al
dictador un plan económico durísimo que contempla rebaja de impuestos, libre
comercio, privatización de servicios, recortes en el gasto social,
desregulación... Se trata de una “terapia de choque” cuyas medidas benefician
siempre a las grandes corporaciones, tanto como debilitan al Estado y
empobrecen a los chilenos.
Amparados
por la represión sistemática y los tanques de las dictaduras, estos canallas ultraliberales -como los llama
Darío- convirtieron a América Latina en un vasto laboratorio donde, sin
escrúpulos ni miramientos, experimentaron y aplicaron sus teorías. En los años
70 y 80 del pasado siglo, sus recetas acabaron convirtiéndose en programas de
política económica en Chile, Paraguay, Argentina, Brasil, Guatemala, Venezuela...
A aquel episodio se le llamó la “revolución de la Escuela de Chicago” y sirvió
para esquilmar y endeudar a aquellos países y enriquecer a las transnacionales
estadounidenses.
Curiosamente,
un año después de aquel encuentro con Pinochet que abrió las puertas de
Latinoamérica al ultraliberalismo económico, Friedman recibía el Premio Nobel
de Economía por sus logros en los campos de análisis de consumo, historia y
teoría monetaria, y por su demostración de la complejidad de la política de
estabilización. Ignoro si tuvieron en cuenta los servicios prestados a
Pinochet.
Toma 3.
Neocanallas
La
segunda ola neoliberal se inicia en la década de los 90. Una nueva generación
de economistas, en la que sobresale el tan admirado como controvertido Jefrey
Sachs, quiere demostrar que el libre mercado, a diferencia de lo que ocurrió en
América Latina, no es incompatible con la democracia.
Tras la
caída del muro y la unificación alemana, tras la desmembración de la Unión
Soviética y con una socialdemocracia en horas bajas, el neoliberalismo pone en
marcha nuevas estrategias y nuevas prácticas, sacándole el máximo partido a la
ausencia de control y a la libertad de movimientos que procura al capital ese
contexto radicalmente nuevo que llamamos globalización.
Con la
invasión de Afganistán y de Irak, el warfare,
es decir, el uso de la guerra para relanzar la economía se convierte en una
transferencia ingente y continuada de dinero público a las grandes
corporaciones.
Los
herederos intelectuales de Friedman en Estados Unidos, utilizaron la crisis del
11 de septiembre de 2002 para lanzar una economía floreciente basada en la
privatización de la guerra y la seguridad nacional. Pero no sólo la guerra,
también las catástrofes naturales (terremotos, tsunamis, huracanes...) se
convierten en espléndidas oportunidades para hacer negocio y de paso debilitar
más si cabe el protagonismo y la presencia del Estado.
Klein
refiere un suceso tan increíble como elocuente: cómo en las aguas que inundaban
Nueva Orleans tras la devastación y el desastre del Katrina, con la gran
mayoría de las escuelas en ruinas, Milton Friedman vio una magnífica
oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo.
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Scott Olson |
A sus noventa y tres años, el gran gurú del movimiento a favor del capitalismo de libre mercado, el responsable de crear la hoja de ruta de la economía hipermóvil en la que hoy vivimos, dice Klein, Friedman propuso en un artículo publicado en The Wall Street Journal que, en lugar de gastar una parte de los miles de millones de dólares destinados a la reconstrucción y la mejora del sistema de educación pública de Nueva Orleans, el gobierno entregase cheques escolares a las familias, para que éstas pudieran dirigirse a las escuelas privadas y que estas recibieran subsidios estatales a cambio de aceptar a esos niños en su alumnado. Y concluía reclamando que estas medidas se convirtieran en una reforma permanente. Aquel artículo era todo un ejemplo de coherencia y firmeza para las nuevas hornadas neoliberales.
En los
albores del siglo XXI, los doctrinarios del libre mercado -los neocanallas, según Darío- mantenían su
propósito de poner en almoneda todas las actividades productivas y todos los
servicios gestionados por el Estado, aun a costa de sacrificar centenares de
miles de puestos de trabajo en el altar de la competitividad. ¿La creciente
pobreza? Un efecto colateral.
Toma 4. Neosinvergüenzas
Las
crisis financiera que en la última década del siglo XX sacudió con violencia a
muchos países asiáticos tuvo como protagonistas al Banco Mundial (BM) y al
Fondo Monetario Internacional (FMI). A partir de entonces estas dos instituciones
supranacionales se convertirán en los dos mejores aliados del neoliberalismo en
la gestión de la crisis económica, contribuyendo al objetivo de limitar la
soberanía popular y privar a los gobiernos nacionales de cualquier autonomía en
la toma de decisiones.
Para
ello contarán con un arma infalible e incontestable: la deuda. El dinero que
los estados necesitan para financiar los servicios públicos se convertirá en
una magnífica ocasión no sólo para hacer negocio especulando con los tipos de
interés, sino también y sobre todo para imponerles a los gobiernos condiciones
durísimas en la gestión del presupuesto y de los servicios públicos.
Para
que esto sea posible, el capital teje una tupida red, una oscura trama de
intereses en la que se entrecruzan las carreras políticas, los vínculos de
amistad, las relaciones de negocios de quienes, sin recato ni vergüenza, pasan
de un consejo de administración de alguna transnacional a la dirección de un think thank neoliberal, de puestos de
responsabilidad en algún gobierno a los despachos del FMI o del Banco Mundial.
Klein cita nombres bien conocidos de la vida pública estadounidense: Dick
Cheney, Donald Rumsfeld, John Ashcroft, Michel Camdessus, Paul Wolfowitz, la
familia Bush... En papeles secundarios podrían figurar nombres como Rodrigo
Rato o Luis de Guindos, ¿no?
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Rodrigo Rato y Luis de Guindos |
Toma
5. Adláteres
Si els fills de puta volessin no veuríem mai el
sol. Si los hijos de puta volasen nunca veríamos el sol, cantaba Quico Pi de la Serra en
las postrimerías del franquismo. Para que el capitalismo de libre mercado se
mueva con absoluta impunidad no basta con esa sarta de neosinvergüenzas
-como les llama
Darío. Es precisa la colaboración de mucha gente de ese tipo. Por ejemplo, de todos
esos consejeros y ejecutivos anónimos que han descapitalizado empresas y bancos
en nuestro país, no sin antes haberle sacado el máximo provecho.
Julián
1 comentario:
Sobre las estrechas relaciones de Friedmann con Pinochet (Dios los cría y ellos se juntan), no se deben pasar por alto las opiniones que John Kenneth Galbraith vierte en su amena Introducción a la economía: una guía para todos (o casi). Por cierto, te invito a una nueva lúcida reflexión sobre el papel que el SPD está jugando en nuestros días (quién lo viera y quién lo ve).
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