Jimmy Hendrix
Hace tres días que se
encerró (a viajar), y no sale de su
cuarto de hotel, y todavía le queda pertrecho para una semana más. Tres días en
que, echado sobre una cama revuelta y tragando pastas a puñados, ha querido paladear
la porción debida de éxtasis y horror.
Sabe que al arte convienen los extremos y que, más allá de sí mismo, hay un
continente que espera. ¿No es de allí acaso, de ese horizonte de vértigo y
color, de ese vacío doloroso y febril, que brota el sonido incomparable de su
música? ¿No es de allí acaso, de esas lejanías hermanas, que llega a bocanadas
la promesa de un idioma hermoso que su alma escucha? Bah, dirán, pura
metafísica. Pero hace tres días, que no vive otra cosa distinta al mismo
infierno. Tres días en que el horror y la baba, el golpe de lluvia en los
cristales y el olor a vómito, el mal cielo, arman de una vez por todas la trama
de su cuadro final.
Elkin Restrepo: Retrato de artistas (1983)
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