"Este
libro habla de la escritura y de la enfermedad, y en algunos casos de la
enfermedad escrita y de la escritura enferma", dice "a modo de
explicación" su autor, el poeta y ensayista mejicano Juan Domingo
Argüelles.
El
libro se titula Escritura y Melancolía,
y la enfermedad a la que se refiere es la depresión, esa sombra oscura que
"nos saca absolutamente de la realidad y nos condena, en su manifestación
más profunda, a un sufrimiento que nadie puede comprender sino el enfermo".
Brainstorm (tormenta en el cerebro)
la llama William Styron en Esa visible oscuridad, las memorias en
las que -como recuerda Argüelles- el autor de La decisión de Sophie narra "su devastadora caída, su descenso
en el abismo, esa temporada en el infierno que significó vivir y sobrevivir la
depresión profunda".
Enraizada
en la melancolía (que es "la felicidad de estar triste", según Víctor
Hugo), la depresión es mucho más que una honda y arraigada tristeza: "un
mal que se adentra en lo más profundo del desconsuelo, la aflicción, el
desamparo, el dolor, la tortura, la desolación, la angustia, la ansiedad, la
desesperación y el sufrimiento".
Aunque
remite a textos especializados, como Un
estudio sobre la depresión, de Carlos Castilla del Pino, Escritura y Melancolía no es ni pretende
ser un tratado sobre la enfermedad. El libro "habla con la voz de lo
vivido", esto es, desde la experiencia personal de quien "durante
todo un año y algo más" vivió hundido en el pozo oscuro de la depresión y
supo "lo que significa esa tenebrosa realidad". Pero no es un libro
estrictamente testimonial, porque el autor evita los detalles y los datos
biográficos. A partir de su propia experiencia Juan Domingo Argüelles reflexiona
sobre la naturaleza y las causas de la enfermedad, los vínculos entre temperamento
melancólico y poesía, entre creatividad y neurosis, dialogando con otras experiencias,
recogiendo otros testimonios.
Paul Klee: Coming to Bloom |
Argüelles
relee con especial interés dos títulos: El
hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver Sacks, e Impromptus, de André Comte-Sponville,
con los que indaga en las relaciones entre enfermedad e individualidad, y entre
angustia y sabiduría, respectivamente. El autor de Escritura y Melancolía, que ha aprendido con Ribeyro que "los
mejores libros nunca prometen a nadie la felicidad", y con el filósofo
francés que "el sufrimiento y la angustia forman parte de lo real",
anota: "La lección es diáfana: nada, ni siquiera la sabiduría nos evita el
sufrimiento, pero nada, también, ni siquiera el dolor, destruye para siempre la
probable felicidad, mientras estemos vivos".
Escritura
y lectura, interpelándose mutuamente, aventando preguntas, ensayando
respuestas, convierten el recuerdo de aquella experiencia vital en una
aventura, en una experiencia literaria, esto es, en una forma de conocimiento y
catarsis.
Claudio
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