[…]
Julián.- Entonces, hay otros que son innecesarios.
Claudio.- Yo los llamo prescindibles.
Julián.- O sea, que los necesarios son imprescindibles.
Claudio.- No. Los imprescindibles son una tercera categoría.
Julián.- No entiendo nada.
Claudio.- Es bien sencillo: hay libros prescindibles, necesarios e imprescindibles. Luego están los olvidados y los ignorados, claro.
Julián.- Ahora sí que estoy hecho un lío. Vamos a ver… Primero, ¿cómo sabes que un libro es prescindible?
Claudio.- Leyéndolo, naturalmente.
Julián.- ¿Y cómo adviertes que es un libro prescindible?
Claudio.- Cuando descubres un libro necesario. Antes de que me lo preguntes: todavía no he conseguido definir con claridad qué es un libro necesario.
Julián.- No me extraña.
Claudio.- No te burles. Lo que trato de decir es que la idea de lo necesario es extraordinariamente proteica, según el punto de vista que adoptemos…
Julián.- Quieres decir que es subjetiva.
Claudio.- Por supuesto, pero está ineludiblemente abierta a una intersubjetividad que es justamente la que le confiere un sentido o si prefieres una significación social. Pero en su raíz es esencialmente subjetiva.
Julián.- ¿Y los imprescindibles…?
Claudio.- Yo de esos no me ocupo. Son instituciones y como tales cumplen funciones que van más allá de mi campo de estudio. Como tampoco me ocupo por razones obvias de los olvidados y los ignorados.
Julián.- ¿Razones obvias…?
Teresa.- ¿Qué os parece si la llamamos sencillamente Libros que se leen…? ¿Queréis un café?
La intervención de Teresa vino como de molde. Nos devolvió a la realidad y además ofreció una respuesta a la pregunta que les había planteado media hora antes de que Julián se enredara en las aventuras taxonómicas de Claudio. Aceptamos la propuesta y el café.
Cuando ya nos marchábamos le recordé a Julián que se había comprometido a realizar una antología… Sí, es verdad, disculpa, se me había olvidado. Aquí tienes el primer poema. Otro día hablamos de ello, ¿vale? Buenas noches. Adiós.
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