René Magritte: La lunette d’approche |
El artista se forja en ese perpetuo ir y venir de sí mismo a
los demás; equidistantes entre la belleza, sin la cual no puede vivir, y la
comunidad, de la cual no puede desprenderse. Por eso los verdaderos artistas no
desdeñan nada; se obligan a comprender en vez de juzgar, y sin han de tomar un
partido en este mundo, este sólo puede ser el de una sociedad en la que según
la gran frase de Nietzsche, no ha de reinar el juez sino el creador, sea
trabajador o intelectual.
Por lo mismo, el papel del escritor es inseparable de
difíciles deberes. Por definición, no puede ponerse al servicio de quienes
hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren. Si no lo hiciera,
quedaría solo, privado hasta de su arte (...)
En todas las circunstancias de su vida, obscuro o
provisionalmente célebre, aherrojado por la tiranía o libre de poder
expresarse, el escritor puede encontrar el sentimiento de una comunidad viva,
que le justificara a condición de que acepte, en la medida de lo posible, las
dos tareas que constituyen la grandeza de su oficio: el servicio de la verdad y
el servicio de la libertad. Y pues su vocación es agrupar el mayor número
posible de hombres, no puede acomodarse a la mentira y a la servidumbre que,
donde reinan, hacen proliferar las soledades. Cualesquiera que sean nuestras
flaquezas personales, la nobleza de nuestro oficio arraigará siempre en dos
imperativos difíciles de mantener: la negativa a mentir respecto de lo que se
sabe y la resistencia a la opresión.
Albert
Camus
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