viernes, 13 de enero de 2012

Daños colaterales


"Daño colateral" es uno de esos eufemismos canallas de los que se sirve el poder para mentir impunemente, encubrir decisiones infames, sustraerse a sus propias responsabilidades. El término, que viste uniforme castrense, lo utilizó el ejército de Estados Unidos en la guerra de Vietnam; pero fue en la guerra del Golfo Pérsico, en 1991, cuando adquirió notoriedad informativa.
Según el portavoz militar de turno, los daños colaterales vienen a ser algo así como los efectos imprevistos, no buscados ni deseados, de una acción militar. Lo que traducido a hechos y cifras reales supone la destrucción de equipamientos no militares y el asesinato de cientos, de miles de civiles indefensos e inocentes.
Sygmunt Bauman ha recogido el término y lo ha aplicado al que sin duda es uno de los más graves problemas de nuestra sociedad: el crecimiento incesante de la desigualdad, una espoleta de efecto retardado y de tal intensidad que acabará estallando en nuestras narices si no reaccionamos a tiempo.
Que en India convivan un puñado de multimillonarios con 250 millones de personas obligadas a  vivir con menos de un dólar diario; o que  Tanzania cuente con un presupuesto anual de 2.200 millones de dólares para atender las necesidades de 25 millones de personas, mientras el banco Goldman Sachs reparte 2.600 millones de dólares entre 161 accionistas. 

Que Europa y Estados Unidos gasten 17 mil millones de dólares anuales en alimentos para mascotas, cuando con 19 mil millones, según los expertos, se conseguiría salvar del hambre a la población mundial... son algunas de las inquietantes paradojas con las que tristemente nos hemos acostumbrado a convivir. Al cabo (admitamos este gesto de afectado cinismo) eso le ocurre a otros.
"Pero la pobreza, junto con la humillación y la ausencia de perspectivas -escribe Bauman, sacándonos de aquel letargo- , no sólo persisten en países que han conocido la miseria y la desnutrición desde tiempos inmemoriales: también está revisitando tierras de donde parecía que se las había ahuyentado y desterrado para siempre. En Gran Bretaña, por ejemplo, "tras la tercera victoria electoral de Tony Blair, el 10% de los hogares más pobres ha visto sus ingresos reducidos a razón de 9 libras semanales, mientras que el 10% más rico ha disfrutado de un incremento que ascendió un promedio de 45 libras semanales".
El crecimiento incesante de la desigualdad es mucho más que un problema económico o una amenaza para el orden público, como pretenden los gobiernos: supone, según el sociólogo polaco, un fortísimo impacto cuyos daños colaterales afectan a la sociedad en su conjunto, al bienestar y a la salud social, a la cohesión entre sus miembros.
En un tono ciertamente sombrío, Bauman afirma que está seguro de que "el compuesto explosivo que forman la desigualdad social en aumento y el creciente sufrimiento humano relegado al estatus de 'colateralidad' tiene todas las calificaciones para ser el más desastroso de los incontables problemas potenciales que la humanidad puede verse obligada a afrontar, contener y resolver durante el siglo en curso". 


Allison Shelley
 
Cuando la globalización de los mercados escapa a todo control y el Estado se siente impotente frente al capital y la especulación; cuando asistimos no menos impotentes al desmantelamiento del Estado de bienestar; cuando el cambio social y político ha dejado de ser una promesa de futuro para convertirse en un presente sin horizontes ni expectativas... ¿qué podemos hacer?
Para Bauman, el Estado social, una de las grandes conquistas del pasado siglo, ha dejado de ser viable. Es necesario, dice, un marco institucional totalmente nuevo, en el que, entre otras muchas cosas, se resuelva la contradicción que existe en los regímenes democráticos entre "la universalidad formal de los derechos democráticos (conferidos a todos los ciudadanos por igual) y la no tan universal capacidad de de sus titulares para ejercerlos con eficacia; en otras palabras, la brecha que se abre entre la condición de 'ciudadano de iure' y la capacidad práctica de ciudadano de facto". ¿Les suena?
Daños colaterales no se agota en la dirección que apunta mi lectura. Ensayos como "Réquiem por el comunismo", "Consumismo y moral" o "Historia natural de la maldad" enriquecen su análisis sobre la desigualdades sociales y ensanchan el campo visión de la crisis de la modernidad reciente.
                                                                     Darío      

         

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