domingo, 29 de abril de 2012

Y todo esto ¿para qué?

(La reforma laboral)

"La práctica totalidad de las reformas importantes [del mercado de trabajo] han tenido como objetivo la reducción del desempleo y de la temporalidad, incidiendo para ello fundamentalmente en la regulación de los contratos de duración determinada, en los procedimientos de modificación de las condiciones de trabajo y en la configuración del despido. Los datos de desempleo y de temporalidad en 2012 corroboran, sin lugar a dudas, que el impacto del conjunto de medidas anteriores en el plano real, sobre el empleo ha sido escaso e incluso contraproducente.
La cultura empresarial de la temporalidad, que se arraigó profundamente gracias a la puerta que abrió la ley 12/1984 vinculando la temporalidad al fomento del empleo, se ha mantenido intacta, sólidamente convertida en la estrategia empresarial más recurrente para la gestión de los costes sociales. Por otro lado, las actuaciones reforzando la flexibilidad de salida no han obtenido el resultado que explícitamente se esperaba de ellas: incentivar la contratación indefinida, coadyuvando en cambio a un aumento de la utilización de la institución de los despidos improcedente y objetivo, lo cual contribuye, sin duda, al crecimiento del desempleo.
Así, es inevitable reconocer que la precariedad se ha convertido en atributo del mercado de trabajo español. Las formas precarias de empleo han dejado de ser atípicas para convertir a los trabajos inestables y de mala calidad en la regla general. La erosión de los derechos laborales, individuales pero también colectivos y los malos resultados generales del mercado de trabajo, manteniéndose las cotas de desempleo, indican que las medidas flexibilizadoras, respecto de los contratos temporales, de las condiciones de trabajo y del despido, no han funcionado.
Una gravísima involución social
[Se ha producido] una gravísima involución social en cuanto a niveles de dignidad del trabajo, estabilidad y calidad laboral y posibilidades de lucha colectiva de las y los trabajadores. En definitiva, se trata de una involución de nuestro propio modo de vivir, tal y como lo hemos entendido desde hace décadas.
La estrategia ya no tiene máscaras: por un lado se acomete una profunda devaluación salarial, sobre salarios ya de facto en involución, por la vía de la amputación de la capacidad colectiva de negociar el precio del trabajo y por tanto de la individualización del trabajador frente al empresario; por otro, se persigue un drástico ajuste de plantillas y la efectiva la sumisión del trabajador, ya precarizado en cuanto a salario y prestaciones sociales, bajo la continua amenaza del despido libre o poco indemnizado, en una situación de desempleo masivo, empeorando además las condiciones laborales de contratos clave para colectivos que requerirían especial atención en su realidad laboral como son los jóvenes y las mujeres. 
La reforma laboral impuesta por el Partido Popular es, en sí, un abuso del poder ejecutivo que mediante el RDL 3/2012 socava el principio de estabilidad en el empleo y protagoniza una auténtica refundación de las bases y estructuras que conforman el sistema laboral, otorgando el máximo rango a la voluntad del empresario y multiplicando su capacidad de gestionar unilateralmente la vida del contrato de trabajo.


Con este contenido, es innegable que, en un escenario caracterizado por la asimetría contractual, la desregulación del trabajo asalariado significa la libertad absoluta para la parte económica más fuerte, el empresario. En la práctica, el trabajador aceptará las condiciones impuestas por éste, puesto que se encuentra en una situación de inferioridad y dependencia que impide cualquier negociación de las condiciones contractuales.
Desde este punto de vista, puede concluirse que el RDL 3/2012 pone en cuestión el cuadro institucional del Derecho del Trabajo y facilita la sobreexplotación de las trabajadoras y los trabajadores, abriendo el camino a la implantación de condiciones extremadamente duras.
Derecho del Trabajo
El Derecho del Trabajo ha sido un instrumento decisivo para humanizar las condiciones laborales de los que, careciendo de medios de producción propios, devienen obligados a vender su fuerza de trabajo para subsistir [...] 
René Magritte: El hombre del periódico
No ha neutralizado, ni pretendía hacerlo, el conflicto entre capital y trabajo que se produce en el capitalismo, pero intentaba en sus orígenes forzar una suerte de pacto y, de hecho, a lo largo de su historia ha mitigado las fracturas sociales removiendo sus efectos más indeseables y contribuyendo a la estabilidad de un sistema que, desde su aparición, ha arruinado la vida de millones de personas. 
Tanto es así, que puede afirmarse sin la menor duda que la democracia occidental se ha consolidado, entre otros aspectos, porque la legislación social otorgaba a los trabajadores un estatus de ciudadanía capaz de imponerse a las exigencias del mercado, garantizando una existencia civil relativamente soportable a la inmensa mayoría de la población.
Pero este derecho capitalista del trabajo, que no nació de una voluntad tuitiva pero sí al menos de una necesidad de equilibrar, en alguna medida, las relaciones capital-trabajo ha sido sobrepasado en la actualidad por un derecho neoliberal del trabajo que rompe con todo pacto anterior y con los principios constitucionales del Estado social y nos devuelve al dominio del más fuerte".

Adoración Guamán Hernández y Héctor Illueca Ballester: El huracán neoliberal. Una reforma laboral contra el trabajo. Sequitur, 2012, págs. 90-91 y 185-187.


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