sábado, 21 de abril de 2012

Žižek, por ejemplo



En uno de sus textos sobre la Ilustración, Michel Foucault sostiene que en nuestro tiempo el pensador ha de elegir una de estas dos opciones: una filosofía crítica que se presenta como una filosofía analítica de la verdad en general; o un pensamiento crítico que tomará la forma de una ontología de nosotros mismos, esto es, del presente, de la actualidad. Esta segunda opción es la que, de Hegel a la Escuela de Francfort pasando por Nietzsche y Weber, ha fundado una forma de reflexión en la que se reconoce el propio Foucault y en la que, si no me equivoco, se inserta Slavoj Žižek.
El filósofo esloveno, cuyo discurso arraiga en el análisis marxista y en el psicoanálisis lacaniano,  se ha convertido en la última década en una referencia ineludible del pensamiento crítico. Žižek, a quien nada de cuanto ocurre le resulta ajeno, hace suyas las preguntas que, según Foucault, plantea la tradición crítica a partir de Kant; esto es, quiere saber qué es lo que pasa realmente hoy día, qué es nuestra actualidad, y qué es lo que le confiere sentido a la reflexión filosófica en nuestra actualidad.  Al ensayar las respuestas, Slavoj Žižek no se anda con ambages ni medias tintas: de todas las experiencias posibles, reivindicará la destrucción del capitalismo y la revolución.
Primero como tragedia, después como farsa, uno de sus últimos títulos, es un buen ejemplo de la determinación y el compromiso con que el pensador esloveno afronta el presente y analiza la actualidad.  Žižek ensaya un diagnóstico de "nuestra difícil situación, esbozando el núcleo utópico de la ideología capitalista que determina tanto la crisis como nuestras percepciones y reacciones frente a ella", e intenta "localizar aspectos que en la época actual abran espacios para nuevas formas de praxis comunista". Y deja claro desde el principio que el suyo no es un análisis neutral, sino comprometido y parcial.
Convencido de que vivimos inmersos más que nunca en la ideología, Žižek desenmascara las coartadas y las argucias de las que se vale la ideología capitalista en la crisis actual. La tarea central de la ideología dominante, dice, es imponer una narrativa que echará la culpa del colapso no al sistema capitalista global como tal sino a desviaciones secundarias y contingentes (la crisis bursátil, los sectores corruptos del sistema...), pero sin poner en duda ni responsabilizar al propio sistema capitalista. Además intenta que creamos que los fracasos de los proyectos revolucionarios del siglo XX demuestran que el capitalismo es no sólo el mejor sino la forma más natural de gestión de la sociedad.
El origen de esta crisis no está -advierte Žižek- en las eventuales desviaciones ni en los procesos coyunturales, sino en la misma naturaleza de capitalismo, en su lógica interna, en esa dinámica que nubla la frontera entre inversión legítima y especulación salvaje. No hay respuestas ni salidas en ese mecanismo ciego e inmoral que es el mercado. Acabar con la crisis es acabar de una vez por todas con el capitalismo. Esa es la tarea ineludible de la izquierda. Pero, ¿qué izquierda y cómo?
La tarea de la izquierda
La izquierda en la actualidad se divide, según Žižek, en dos grandes grupos claramente diferenciados. Uno abrumadoramente mayoritario que no contempla un horizonte más allá del capitalismo y otro minoritario que sí lo imagina. La izquierda mayoritaria ha perdido la confianza en sí misma y se muestra incapaz de ofrecer una alternativa global y viable a la crisis. No sólo eso. Está atenazada por el miedo a la crisis: semejante izquierda teme por su propia posición confortable como voz crítica plenamente integrada en el sistema.

Isaak Brodsky: Lenin in Smoiny

Según Žižek, una verdadera izquierda se toma una crisis con seriedad, sin ilusiones, como algo inevitable, como una oportunidad que hay que aprovechar por completo. La perspectiva básica de la izquierda radical es que, aunque las crisis son dolorosas y peligrosas, son ineludibles, y que constituyen el terreno donde hay que librar y ganar las batallas.
Para el autor, el principal punto de fricción en el debate teórico dentro del grupo anticapitalista se centra en las condiciones de posibilidad de articulación de un espacio más allá de la democracia liberal. ¿Es posible -dice- reformular un proyecto político anticapitalista de izquierda frente al capitalismo global y sus excrecencias irracionalistas, las ultraderechas populistas y los fundamentalismos religiosos? Y añade: ¿Cómo podemos repetir la proeza de Lenin, quien en un tiempo de desintegración del sistema fue capaz de reinventar el proyecto socialista y generar nuevas coordenadas? ¿Y cómo hacerlo en el actual ambiente generalizado de renuncia a toda esperanza de transformación?
Si no queremos que la principal víctima de la actual crisis no sea el capitalismo, sino la propia izquierda, debemos revisar los diferentes proyectos revolucionarios del siglo XX, reconocer sus errores, aprender de sus fracasos, pero también de sus aciertos.

Roy Lichtenstein: La salida
"El socialismo falló, el capitalismo está en bancarrota, ¿qué viene a continuación?", se preguntaba melancólicamente Eric Hobsbawm en los albores del siglo XXI . El comunismo, le responde Slavoj Žižek. Y añade: yo reivindico aquí que la Idea comunista persiste, que sobrevive a los fracasos de su realización como un espectro que regresa una y otra vez.
Hay quien piensa que esta reivindicación categórica es una nueva provocación del filósofo esloveno. Es posible. De hecho, Primero como tragedia, después como farsa no se agota ni muchísimo menos con esta lectura. Yo retengo lo que en ella hay de propuesta radical: la necesidad de que la izquierda reflexione sobre sí misma, se replantee sin prejuicios y sin miedo su propio discurso, y sea capaz de ofrecer una alternativa global al capitalismo. Como hace Žižek, por ejemplo.
                                                                        
                                                                        Darío

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