miércoles, 5 de junio de 2013

Rayuela




Rayuela es uno de los grandes manifiestos de la modernidad latinoamericana, en ella vemos todas nuestras grandezas y todas nuestras miserias, nuestras deudas y nuestras oportunidades, a través de una construcción verbal libre, inacabada, que no cesa de convocar a los lectores que necesita para seguir viviendo y no terminar jamás.
                                                                  Carlos Fuentes

El efecto de Rayuela cuando apareció en 1963, en el mundo de lengua española, fue sísmico. Removió Hasta los cimientos las convicciones o prejuicios que escritores y lectores teníamos sobre los medios y los fines del arte de narrar y extendió las fronteras del género hasta límites impensables.
Gracias a Rayuela aprendimos que escribir era una manera genial de divertirse, que era posible explorar los secretos del mundo y del lenguaje pasándola muy bien, y, que jugando, se podía sondear misteriosos estratos de la vida vedados al conocimiento racional, a la inteligencia lógica, simas de la experiencia a las que nadie puede asomarse sin riesgos graves, como la muerte y la locura. En Rayuela razón y sinrazón, sueño y vigilia, objetividad y subjetividad, historia y fantasía perdían su condición excluyente, sus fronteras se eclipsaban, dejaban de ser antinomias para confundirse en una sola realidad, por la que ciertos seres privilegiados, como la Maga y Oliveira, y los célebres piantados de sus futuros libros, podían discurrir libremente.
                                                                  Mario Vargas Llosa

Lo que más me gusta es, digamos, lo que tiene Kafka: la posibilidad de partir de un hecho sencillo y cotidiano, aparentemente sin importancia, de desarrollar un relato en el que cada palabra va retorciendo esa aparente normalidad para, poquito a poco, llegar a una situación totalmente imprevisible. Kafka no leyó a Cortázar, pero si hubiera la posibilidad de que lo leyera diríamos que son espíritus afines.
Rayuela es una gran novela que no sabemos nunca dónde está, una vez que se puede organizar de todas las formas posibles e imaginarias. La novela normal es fija, inmóvil, no se mueve, pero Rayuela no. Rayuela nunca está. Siempre se está moviendo. Incluso si el lector hace una sola lectura de Rayuela, se quedará con la imagen de una novela inmóvil, pero porque ese lector ha sorprendido la novela en un momento en que ésta se encuentra inmóvil. Sin embargo, en la lectura siguiente se moverá.
                                                                  José Saramago

Horacio Oliveira es un hombre que está poniendo en tela de juicio todo lo que ve, todo lo que escucha, todo lo que lee, todo lo que recibe, porque le parece que no tiene por qué aceptar ideas recibidas, estructuras codificadas, sin primero pasarlas por su propia manera de ver el mundo, y, entonces, aceptarlas o rechazarlas.
La intención de Rayuela es eliminar toda pasividad en la lectura, en la medida que ello sea posible, y colocar al lector en una situación de intervención continua, página a página o capítulo a capítulo.
                                                                  Julio Cortázar

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